|
Aquí está la carta, traducida, que apareció en la web oficial de Claudio, firmada por él mismo, en la que explica las razones de la anulación del concierto del día 29 de enero 2005 (gracias a Caravan): No hay fiesta. por CLAUDIO BAGLIONI Son muchas las razones que pueden "arruinar" una fiesta o, directamente, impedir que se desarrolle. Algunas graves, otras menos graves. Todas, sin embargo, igualmente serias e importantes, hasta el punto de que producen el mismo resultado: en nuestro caso, el hecho de que la fiesta no se haya celebrado. Conocer estas razones no restituye lo que se pierde, pero ayuda a entender. Para hacerse -como se dice- una idea de la incomodidad que guardamos dentro. Para la última fecha de "E festa sia!" ha sido así. El concierto, inicialmente previsto, en la Plaza San Giovanni de Roma, para la vigilia de la Epifanía (la noche de Reyes para nosotros -nota del traductor-), y luego aplazado para el 29 de enero ha sido, al final, anulado. Graves han sido, desgraciadamente, las razones que han determinado inicialmente aplazar el concierto; no graves, sino serias y no superables, las que nos han obligado a anularlo. El aplazamiento, en efecto, se ha debido a todo lo acontecido en el Sudeste asiático el día de S. Esteban. Una tragedia sin precedentes, que ha convulsionado ojos, corazones y conciencias de todo el planeta y ha llevado -por primera vez en su historia- a Europa a declarar el 5 de enero jornada de luto en todos los países de la Unión. El concierto de "E festa sia!" habría acabado justo en esa fecha y la creencia que el mejor modo de guardar el luto y respetar el dolor de esas poblaciones y de todos los ciudadanos del mundo, haya sido precisamente no tocar, invitando a todos a reflexionar sobre lo acontecido, envueltos por el "sonido del silencio". Para la anulación del 29, por el contrario, las razones no son -por suerte- tan graves, pero son igualmente serias y vinculantes. A pesar de los obligados esfuerzos, el empeño y la determinación de todos, no ha sido, en efecto, materialmente posible organizar el concierto para esa fecha. Llevar "a escena" eventos de este tipo, en efecto, significa poner a trabajar deprisa una notabilísima máquina organizativa, que comprende contratar-entre fletadores, transportistas, operarios, técnicos, colaboradores, personal de dirección, seguridad, músicos, etc.- entre cien y ciento cincuenta profesionales. Es evidente, por tanto, que cuando eventos imponderables acaban por hacer "bailar" las fechas previstas, no hay forma que haga posible lograr armonizar el calendario de las obligaciones profesionales. Así que se comprende -y, desgraciadamente, ha sido así en el caso de "E festa sia!"- que no se logre hacer cambiar, con la nueva fecha, los compromisos de todos esos profesionales a los que no es verdaderamente posible renunciar para hacer el concierto. Inútil que os diga que el amargor de boca por cuanto ha sucedido es tan mío como vuestro y que, como no se os ha pasado a vosotros, el deseo de encontrarnos para festejar juntos, no se me ha pasado tampoco a mí. Me obligo, de esta forma, a aseguraros -a los romanos y a cuantos desearán unirse a ellos- que no se trata de un "adiós", sino de un "hasta volver a vernos". Habrá fiesta. Probablemente tras el verano. Y -aún no puedo anticiparos nada- puedo decir que estamos trabajando, ya desde ahora, para hacer que sea una fiesta aún más grande, para vivirla todos juntos. ¡Hasta pronto! Claudio
|
|
14 enero 2005 Esto es parte de un artículo de
"Familia Cristiana" que podéis ver al completo aquí: LO MEJOR DE LA
CANCIÓN ITALIANA
EN 8 CD "LOS
COLORES DE LA VIDA". Por Claudio Baglioni:
|
|
Éste es un artículo escrito por el propio Claudio, referente a estos shows navideños 2004 en las plazas:
¡Y QUE HAYA FIESTA!!!!!!
|
|
Lectura adecuada sólo para quien tiene el don
del sentido del humor...esto es lo que los italianos llaman la enfermedad de la
"baglionitis". ¡Cuidadín si os sentís identificados, porque no hay remedio para
este mal!!! :-))) IRONIZANDO
|
|
Entrevista a Claudio en la revista semanal "L'espresso" con ocasión de la publicación de su nuevo DVD "Tour Crescendo 2003-04" el día 8 de octubre 2004 (Gracias a Alberto por la traducción). C.B. es el cincuentón que te esperas. Cordial, compuesto y profesional. Acepta la rutina de una entrevista sin arrojo ni jactancia mientras que el hecho de hablar de sentimientos le parece un acto debido. Son 30 años los que hace que responde de ese pequeño gran amor que, para lo bueno o lo malo le ha marcado la vida, de esa camiseta fina que quizás hubiera sido mejor que no dejara imaginarlo todo. Porque esos versos acertados y afortunados le han hecho célebre y millonario y Baglioni paga un precio interminable. Incluso hoy, después de las transformaciones del gusto del tiempo, su público se divide en dos partes: los que lo han fijado en la memoria como el autor de una sola canción –convertida, eso sí, en banda sonora para una generación y los que lo siguen en su evolución, en las ausencias y regresos al escenario, con una continuidad y una fidelidad que casi le embaraza.
¿Mira a la cara a su público devoto? Lo miro siempre y a menudo encuentro las mismas caras. Son personas que no están cansadas de vivir como adolescentes, cincuentañeros que están tras la barrera o bajo el escenario, gritando como si tuvieran 18 años.
¿Esto no le inquieta un poco? No, me hace esperar que el tiempo no hace daño, que se logra no hacerse viejo del todo.
¿No le falta la presencia de los jóvenes? Los hay también y siempre más numerosos. Quizás al inicio tienen 3 ó 4 años y van del brazo de los padres e incluso de los abuelos, quizás contra su voluntad. Luego vuelven de adolescentes, quizás para no herir a sus padres. Pero cuando los veo con 20 años, sé que ya los he conquistado. El cómo no me lo pregunte.
¿Por qué no? ¿No se pregunta sobre su trabajo? Sí, todavía no lo entiendo. Mi trabajo es un extraño oficio que nunca ha sido completamente un trabajo. Ciertas veces pienso que no he hecho nada para merecerme el éxito, que todo viene de un gran error colectivo, como cuando toda una platea se pone en pie para aplaudir a un cantante lírico aunque haya desafinado.
Millones de discos vendidos, cientos de miles de personas en sus conciertos y usted, Baglioni ¿tiene problemas de autoestima? Sí, los tengo. Esporádicamente o, mejor, cíclicamente, pero los conozco bien. Tengo grandes retiros donde me pregunto quién soy y qué he hecho hasta ahora.
Una vez llamó a estos momentos “el mal de mí”. Hay quien lo llama depresión. He usado palabras poéticas, pero el verdadero nombre es ése. Ahora va mejor, pero he tenido años de feroz depresión, casi siempre próximos a los momentos creativos. Bajaba a mi particular “Foso del límite”.
¿Cómo salía? Solo. Rascando el barril hasta que lo descostraba por completo. Nunca he querido la ayuda de un psicoanalista. Me convencía diciéndome: si hay personas que me siguen y me aprecian desde hace 35 años, quizás tengan razón.
Usted gira siempre en torno al tema del tiempo: las edades de la vida, lo viejo y lo nuevo, las desgarradoras canciones sobre la decadencia física. ¿Es este su asilo? Desde siempre. Creo haber crecido sufriendo el poder del tiempo. Cuando tenia 8 ó 9 años, en casa se escuchaba la radio y cada vez, oyendo la sintonía de “Radiosera”, empezaba a llorar sin saber porqué.
¿Lo ha sabido después? Lo he entendido muy tarde. Era una música dolorosa porque me daba la idea de la retirada: se ha terminado la luz, se han acabado los ojos…
¿Está precipitando el tema de la muerte? ¿Por qué no? La vida es una injusticia clamorosa. Te hace hacer mil pruebas y cuando piensas que ya las has superado, te encuentras asumiendo la condición de viejo. Estás allí preguntándote sólo cuánto te queda. Cada tanto vas a ver en el fondo de la lata la fecha de caducidad. No la encuentro, pero sé que está próximo.
Bonita imagen pero dirá que se detiene: Usted tiene 53 años y algún decenio por delante. De hecho sé que estoy en el centro de la vida y estoy siempre excitado por el tiempo que vendrá. Además, como me vino a la cabeza lo de licenciarme en arquitectura a mi edad…
Ya ¿cómo se le ha ocurrido hacerse arquitecto? ¿No le bastaba con ser Baglioni? No me bastaba, como habrá entendido. En los años anteriores yo iba de vez en cuando a hablar a las universidades, cosa que sucede a bastantes personajes famosos. Pero me sentía extraño, me sentía como Marilyn Monroe cuando iba a Camboya a visitar las tropas. Bastaba que diera un beso a un recluta y parecía que había hecho la guerra.
¿Qué quiere decir? Que no era uno de ellos, que le tocaba solo pero estaba fuera sabiendo lo importante que había sido para mí siempre mi fascinación: la restauración arquitectónica, la recuperación de zonas urbanas. Me sentía incompleto. Luego un rector ha entendido mi deseo y me ha invitado a retomar los exámenes. La licenciatura me ha dado una redención personal.
Pero ¿de qué debe redimirse? No lo sé, por no completar mis estudios interrumpidos. Parecerá extraño pero le aseguro que desde que me he licenciado me prestan una atención que antes ni soñaba. Ahora me llegan cartas con: “al arquitecto”; antes era solo “al señor”. ¿Quiere saber sobre qué hice la tesis?
Sobre el área del Gasómetro de Roma, se ha hablado mucho. Pero no se sabe el motivo. El Gasómetro, el monumento más alto de Roma tras la cúpula de San Pedro, tiene sus raíces en mi infancia. Cuando iba al mar a Ostia pasábamos por allí y a cada una de mis estúpidas preguntas mi padre respondía que era un cilindro mágico donde el gas estaba preso.
¿Esa redención afecta también a su familia? Quizás sí. Los míos fueron transferidos a Roma de un pueblo de Umbría donde los campesinos hacían lo que podían cuando la tierra no daba nada. Les animaba un deseo enorme de mejorarse. Mi padre hizo la mili con los carabineros y se quedó en el Cuerpo como suboficial. Ahora ha muerto, ha visto durante tantos años mis éxitos pero le hubiera gustado verme arquitecto.
¿Es verdad que querría hacer usted los trabajos de restauración de la zona del Gasómetro? No exageremos ¡me he licenciado hace escasos tres meses! En verdad no me disgustaría participar en un trabajo de grupo. Tengo buenas ideas. He hablado con el alcalde Veltroni que parece interesado.
Veltroni se cruza frecuentemente en su vida. ¿No fue él quien le acusó públicamente hace años? Sí, fue algo sonado. Escribió un artículo en “L´Unitá” en donde decía más o menos: “Quizás estemos equivocados con Baglioni, quizás esos como él no alzan la voz, no están delante de de las Cortes con megáfonos, no son diferentes a nosotros”.
¿Sentía merecer esas excusas? Sí, fueron años difíciles. No entendía el motivo por el cual yo, que siempre había sido de izquierdas, era considerado casi un fascista. En el colegio hacia de moderador entre los del movimiento Social y los maoístas. Terminaba cogiendo cosas de una y otra parte.
Quizás esa canción tan ligera en ese tiempo de compromisos… Sí, un éxito como ése se lleva encima de manera imborrable. Pero con los ojos de hoy puedo asegurar que “Piccolo grande amore” era musicalmente más compleja que ciertos textos herméticos que hago hoy. La verdad de esa hostilidad es otra.
¿Cuál? Yo no era un hijo de papá que se podía permitir romper todo. Era periférico, solo quería conquista el centro. Y esto me hacía diferente. En esos años bellos pero duros, también en la izquierda había tendencias terroristo-fascistas. Hoy, en lo bueno y en lo malo, los jóvenes ya no son así. Se lo dice uno que tiene uno de 22 años.
¿Ha sido un buen padre? Incapaz de tener una relación con el niño pequeño. Me consuelo pensando que las mujeres sienten al hijo carnalmente mientras nosotros debemos pensarlo, imaginarlo. Quizás el hombre se acuerda de tener un hijo cuando empieza a hablarnos un poco como a iguales.
No puedo dejarle sin aclarar una curiosidad fútil. ¿A qué se debe su buen aspecto? ¿es verdad que se ha hecho un lifting? No y no. Me lo preguntan continuamente y no entiendo la razón.
Porque está completamente liso, intacto, la boca tersa. Creo que seguiré el consejo de mi madre. Cuando me ve disgustado por estos cotilleos sobre el lifting me dice: “Mándame a esos periodistas, hagámosles ver qué piel y qué boca tiene tu mamá de 86 años. Así pararán”.
|
|
Otro artículo de Claudio en la línea del anterior. Famiglia Cristiana 18/09/2004ALMAS PISOTEADAS de CLAUDIO BAGLIONI
|
|
Il Messaggero 17/09/2004 Cada ultraje es muerte. No son palabras mías. No digo cosas tan elevadas. Las robo al gran Gadda, porque creo que el camino que sugieren es el que debemos de encontrar el coraje de recorrer cuando nos acercamos a un tema tan doloroso como la inmigración clandestina. Un tema frente al cual, antes aún de emitir palabras, debemos ser capaces de estar en silencio. El silencio que sirve para darse cuenta del latido, apenas audible, de un corazón. Pero no el nuestro. El corazón del otro. Hasta que el rádar de nuestra conciencia no sea capaz de percibir ese latido y reconocerle la misma dignidad que pedimos para nosotros, las palabras que digamos no valdrán ni el aire que hemos utilizado para pronunciarlas. Vista desde el avión, la isla de Lampedusa no es más que un pequeño lunar sobre la piel del mar. Ondea indecisa como una embarcación que no sabe si acercarse o alejarse de las costas de una Europa madre, sí, pero tal vez también madrastra. No sabe si atravesar el "mare nostrum", pasar las columnas de Hércules y tentar la suerte entre las aguas sin confín y sin abrigo del Atlántico. Y quizás, si decidiese emprender el mar adentro no estaría del todo equivocada. Los desembarcos son mucho más que las crónicas del malestar que conllevan o más que aquello que procuran. Más que la contabilidad dolorosa -y, alguna vez, vergonzante- de entradas, acogidas, expulsiones. Más que un tornasol con el que medir el valor de esta o aquella línea, la eficacia de esta o aquella norma. Son nombres, ojos, corazones, carne, huesos. Son dolor y esperanza. El ultraje de un pasado incapaz de garantizarles un futuro; la esperanza desesperada de un presente que pueda restituirles el futuro robado. Son el grito de Munch, la masacre de Laoconte, la vergüenza del Adán cazado en el Paraíso terrenal. Pero sobre todo, la imagen más evidente es una democracia inadecuada para gobernar sociedades cada vez más vastas y complejas, en las cuales religiones, culturas, historias, tradiciones y lenguajes parecen incapaces de encontrarse y capaces sólo de desencontrarse, arriesgándose -cada vez- a encender la chispa y explotar. Una democracia que corre el riesgo de hacerse el harakiri. Si la mayoría se compone de aquellos que están mejor, mandan los derechos de los más fuertes. La divergencia con los más débiles aumenta cada vez más y las palabras "a quien tiene le será dado, a quien no tiene le será quitado también lo poco que tiene" parece que toman un significado apocalíptico. No podemos fingir el ignorar que equivocación, razón, responsabilidad, culpa, legalidad, derecho...son palabras que asumen un significado completamente diferente si son pronunciadas en la inviolable serenidad de nuestro salón o en la oscuridad gélida de una noche en alta mar, entre almas despreciadas y esqueletos de hombres que aguantan el aliento en la esperanza de que su viaje sea el primero y no el último. Para reflexionar sobre todo esto, he pedido a otros hombres de música que bajen a Lampedusa del 23 al 25 de septiembre, para unir sus notas a las mías. Para esta cita he tomado prestado el saludo de la gente de la isla -"O scià!": "mi aliento", "mi respiro"- porque creo que no hay nada más fuerte ni profundo que ser aliento o respiro para con el otro. La esperanza es que estos "alientos" se fundan en un viento capaz de despejar las mentes y los corazones de las nubes que los rodean y ayudar a quien lo debe hacer, a construir un proyecto que garantice el futuro de dignidad de todos cuantos viven en Lampedusa y la dignidad de un futuro a cuantos a Lampedusa se acerquen por mar. Las canciones -es verdad- no contienen o no pueden dar respuestas. Pero la música es la demostración del hecho de que existen lenguajes y categorías que no conocen confines, barreras, muros y prejuicios. Y es a estos principios universales a quienes debemos confiarnos si queremos de verdad preguntarnos si somos hombres, si queremos comprender qué hacer para hacer un mundo que vuelva a valorar al hombre plenamente y, al mismo tiempo, demostrarnos a nosotros mismos y al mundo que queremos continuar llamándonos hombres también nosotros.
Para conocer más sobre la isla de Lampedusa: http://sicilyweb.com/lampedusa/
|
|
Éste es un articulo escrito por el propio Claudio con ocasión de su visita a Lecce el 1 de agosto de 2004 (gracias a Patrizia):
LECCE- Museo de los Trenes
|
|
Este es el artículo del propio Claudio Baglioni de febrero de 1974:
"Pinto la "Camilota" y luego me voy a dar vueltas por el mundo"
de Claudio Baglioni
|
|
17 mayo 2004 Comunicado oficial de Claudio al respecto de la Eurocopa de fútbol y, de paso, de la polémica surgida por "Da me a te": El sueño está siempre ahí. Siempre azul. Siempre más azul. Y, durante un puñado de noches inolvidables, se teñirá de azul también el corazón, subiendo hasta la garganta, aturdido por la "noria" de esas emociones incontenibles, que sólo la Selección logra transmitir. Es así desde más de 100 años, ya, y los próximos campeonatos europeos no harán, seguro, la excepción. No para mí. Vivo esta vigilia con la misma intensidad que sienten todos los tifosos y los apasionados, alimentada, en mi caso, por un escalofrío más: encontrar de nuevo, todavía intacto, el entusiasmo de hace 6 años, cuando recibí el encargo de escribir el himno con ocasión de los 100 años de la Selección. Es éste, en el fondo, el privilegio más grande para un artista: ser elegido para componer y regalar un racimo de notas que jugadores, técnicos, dirigentes y tifosos puedan cantar juntos para acompañar una espera, festejar una victoria o ayudar a que cualquier pequeña herida cicatrice. Responder a la emoción del gesto deportivo con la emoción de la música, sin ningún otro pago que el gran don de darlo todo por las voces que celebraron aquel gesto. Porque no hay paga más alta que la de poder ser cantor de aquella historia. Una emoción -difícil de encerrar en una palabra- de la que ni las leyes bizarras que gobiernan ciertas singulares elecciones de marketing y sponsor, ni la incomprensión de quien no conoce la historia de mi larga, apasionada y no contaminada amistad con nuestra Selección, podrán nunca privarme. Esta vez, probablemente, no cantaré junto a los Azzurri, como sucedió en la concentración de Francia, después de su clasificación. Seguiré su aventura de simple tifoso. En casa, con los amigos de siempre, saltando de la silla cada vez que el termómetro de las emociones salte a lo alto y reteniendo el aliento cada vez que la fiebre que suba del campo, lo pida. Pero la intensidad, la pasión, el apoyo por la Selección serán los de siempre y con "Da me a te" quedará, para siempre, mi manera -de artista y de hombre- de decir gracias por lo que la Selección nos ha dado y por lo que aún nos dará, en la esperanza de que, en tierras de Portugal, resplandezca un azul aún más intenso del que colorea ese cielo y da vida a ese océano. ¡Ánimo, campeones! Alé-oò. CLAUDIO
|
|
22 abril 2004 De Clubweb (22 abril). Artículo sobre internet. ¿LA MAGLIETTA FINA? MEJOR TOCARLA
YO y el Mouse de Claudio Baglioni
Con el pc ha sido amor a primera vista. Una
pasión capaz de transformarme en un caballero al galope hacia mundos
inexplorados. Con el tiempo, sin embargo, he moderado la andadura: en la vida
haces más camino con los pies que a golpes de mouse. Así confieso que si veo en
el pc de un amigo un salvapantallas sonrío. Quizás porque veo en él la
tentativa, commovedora y un poco grotesca, de humanizar a toda costa la
tecnología: convertir el monitor en un marco donde exponer las fotos de familia.
Pero estas impresiones no me impiden apreciar el extraordinario potencial del
ordenador y de Internet (la única bengala que ilumina nuestro tiempo). Tengo
testimonio directo de ello cuando cuento los aficionados a mi web
www.baglioni.it: dos millones de fans cada mes. En particular desde el último
periodo, desde que es posible explorar una ciudad virtual diseñada por Carmine
di Giandomenico, verdadera cajafuerte de los fragmentos más interesantes de mi
carrera. Pero si me preguntáis qué es lo que elijo hoy o la navegación en el mar
de la Red o una zambullida en aguas no-contaminadas, no tengo dudas: estoy por
la segunda opción.
|
|
3 abril 2004 De la revista Rockstar en su edición de abril: ME SENTÍA INVISIBLE de Claudio baglioni
|
|
29 marzo 2004 De Il Gazzettino 29/03/2004: PADUA. Commoción en casa de los Manzella
durante la visita del divo que recuerda: "Todo el palacio de deportes te ha
aplaudido y te saluda". Baglioni regala una sonrisa a Alessandro. El cantante va
a visitar al discapacitado que está ayudando con la recogida de fondos y toca
para él "E tu" y "Avrai".
|
|
13 marzo 2004 De El Siglo XIX 13/03/2004: "¿GÉNOVA PARA MÍ? SIEMPRE UN ESTRENO" por CLAUDIO BAGLIONI Hay un vínculo importante, mucho más profundo de lo que parece, entre mi historia de hombre y artista, este afortunadísimo "crescendo" y esta ciudad. Un hilo rojo. Doble. No sólo, en efecto, justo desde aquí partía aquella extraordinaria "nouvelle vogue" que daba -de hecho- origen a la canción de autor italiana, sino el hecho mismo de que yo haya decidido abrazar una guitarra y dedicarme a este extraño oficio tiene de algún modo que ver con el deseo de tocar las canciones de un cierto Fabrizio -vuestro inolvidable conciudadano-, del cual he heredado el deseo de contar la vida como si la divisara desde la proa ondeante de una canción. He aquí porqué para mí, Génova no es nunca una repetición sino siempre un estreno. También en este caso que de repetición, efectivamente, se trata, visto que después de pocos meses vuelvo, como se dice, al "lugar del delito". Me refiero a aquel infortunio organizativo que intentó -pero sin lograrlo- estropearnos la fiesta el pasado octubre. Pero el lunes próximo en el Mazda Palace no se tratará tanto de saldar la cuenta contractual de aquella noche con la pasión (y la paciencia) de la gente de Génova, sino de repetir un placer y renovar una emoción. El placer y la emoción de estar aquí, en ésta que no sólo es capital europea de la cultura sino que también es una verdadera capital internacional de la fascinación. Aquí todo es poesía: de la manera en la que este pesebre metropolitano desciende de la montaña al rompeolas, donde reúne al gentío como una flota cuando va a partir al mar; a la increíble paleta de colores de las casas de aquí, que en todo el mundo son desde siempre sinónimo de Liguria; hasta el sonido espeso de una lengua en cuyas palabras la música es de casa, como ábrego en estas callejas, una lengua cargada de una tormentosa "melancolía" que, igual como esta tierra robada a los montes y al mar, arrebata y jamás abandona. Por esto las emociones adquieren una filigrama particular cuando la casa de "Crescendo" puede reflejarse en este mar y abrir sus puertas a contar y hospedar historias. Las historias de estos 35 años de música muchos de los cuales transcurridos "creciendo" juntos. 35 años narrados a través de este insólito escenario que es al mismo tiempo escena y símbolo de un inédito viaje en la memoria, en el presente y también en el futuro. Un viaje que parte de las emociones ásperas e intensas de la "cantina" en la cual, con los amigos del principio, intentábamos ver si la música podía de verdad ser el pasaporte para el futuro; que pasa por el "cuarto de estar" de la madurez, donde se cumple el lento y fatigoso trabajo de construcción de un lenguaje más intenso, más íntimo, más personal; que sube hasta la "terraza" sobre la cual uno se recoge para escuchar vibrar las incontenibles emociones que acompañan cada vigilia, como en un interminable fin de año; hasta el escenario real y propiamente dicho sobre el cual -a casi dos horas y media desde el inicio del concierto- empieza el show: simple y desnudo como simples y desnudas son a menudo las emociones más grandes. Un viaje en el cual, noche tras noche, te das cuenta de que la calidad más importante son los compañeros de camino y la emoción más fuerte es toda, en el mágico cortocircuito que se crea cuando la música que baja del escenario encuentra la que sube del Palacio de Deportes y te das cuenta de que actores y espectadores han unido su porción de sueño para dar vida a un sueño más grande. Es éste el cortocircuito al que intentaremos dar vida el lunes por la noche en la esperanza de intercambiar con cada uno de vosotros la emoción y la pasión que nos dáis, y sentir que intercambiando palabras, notas y pensamientos, estamos aún una vez más "creciendo". Juntos.
|
|
5 marzo 2004
De Il Giorno 5/03/2004 LA ENTREVISTA (por Sandro Neri) - CLAUDIO BAGLIONI TODAVÍA DE GIRA "SOLO NOSOTROS LOS ARTISTAS MÁS FAMOSOS, SI NOS UNIMOS, PODEMOS SALVAR LA MÚSICA"
"Tenía curiosidad -confiesa C. Baglioni- y he visto Sanremo durante algunos minutos. No mucho, en realidad, porque aquella noche, que no tenía actuación, debía trabajar en cosas técnicas de mi nuevo espectáculo". Lo que se ve en el tour "Crescendo", el segundo megaconcierto de esta noche en Milán, sobre el escenario del Forum, mañana en Varese, martes y miércoles en el Palasport de Florencia y el 12 en Módena, es un Baglioni en gran forma, totalmente orgulloso de encontrarse con su público, pero también crítico respecto al mundo de la discografía. Y Sanremo, deja entender, no es más que espejo de la crisis que rodea la música ligera. "Aunque esta edición del Festival es un poco diferente, -explica- parece animada, siempre por razones fuera de la música. Se le suele ver porque es una tradición. Como Fin de año". -Usted en 35 años de carrera no ha ido nunca. ¿porqué ese distanciamiento del Festival? "Mi primer concurso de voces nuevas, en el barrio de Centocelle en Roma, estaba dedicado a San Felice: un santo de serie B que no he querido nunca traicionar. En el 1985 fui invitado y en el 1997, el año de Fabio Fazio, se me pidió incluso que lo presentara. Hoy ir a Sanremo sería poco influyente para quien, como yo, tiene una vieja relación con el público. Me parecería una pérdida de tiempo, sin embargo..."-¿Sin embargo? "Sin embargo daría una idea para renovarlo. Quisiera un Festival con una competición interna pero abierto a las retrospectivas. Como los más célebres festivales cinematográficos. Ensanchar los contenidos podría ser la base para cambiar Sanremo. En un contexto así podría incluso pensar ir". -¿Alguna vez ha pensado en la forma de salir de la crisis que afecta a la música? "La primera vez, empecé a ocuparme en 1979, en los tiempos de E tu come stai?. Esperaba que naciese una discografía nueva. No sucedió y pienso que si hoy tuviese que proponer un disco con otro nombre, los discográficos lo rechazarían. Mi idea es que les toca a los artistas, a los más famosos, aliarse y ayudar a la música. Produciendo nuevos artistas, dando ellos el soporte preciso, incluso psicológico, y creando nuevos festivales para sostener sus propias iniciativas". -¿Usted ha vivido una crisis en el plano profesional? "Sí, en 1985. Vivía la fatiga de ser personaje público. Y, como artista, estaba a disgusto trabajando en espacios mal diseñados, con el público colocado lejos del escenario y poco respetado por los organizadores de los conciertos. He estado tentado de eclipsarme, siguiendo las huellas de Mina y Battisti. Comportamientos de soberbia que hoy me hacen reír. Para mi fortuna, después sentí el deseo de volver a hacer conciertos. El calendario de este tour ha doblado prácticamente las fechas una vez ya iniciado". -Entre los cantautores es el momento del musical. Después de Cocciante, también Dalla y Branduardi se han lanzado a la aventura. ¿No era un viejo sueño suyo? "Desde 1971, desde los tiempos de QPGA, escribo musical. O cuanto menos discos que se prestan a ello. El musical, es verdad, es un viejo sueño destinado sin embargo a permanecer como tal. En compensación, mi nuevo espectáculo "Crescendo" es un poco el musical de mi vida: están todas mis canciones y el relato de 35 años de carrera con la ayuda de una gran máquina teatral". -Un album suyo se llama "Attori e Spettatori". ¿Cuál ha sido la última vez que ha sido espectador? "En el concierto de Peter Gabriel en Ancona. Un artista que he conocido personalmente y con el cual he trabajado también, colaborando en el proyecto "Passion", banda sonora de la película "La última tentación de Cristo".
|
|
3 marzo 2004 De Il Corriere della sera 3/03/2004 MELODÍAS: EL POPULAR ARTISTA HABLA DE LA RELACIÓN ENTRE POESÍA Y CANCIONES "Dylan y Simon merecerían un Nobel especial" por CLAUDIO BAGLIONI No sé lo que es la poesía ni cuál es el ingrediente milagroso, la especia misteriosa o el particular -y bastante raro- alineamiento de los planetas corazón-sentidos-cerebro, capaz de transformar en poesía una palabra o una nota (o todas juntas), como también un gesto, una mirada, una sonrisa, un lugar del espacio o del tiempo. No lo sé y creo que si millares de años de preguntas no han logrado alumbrar "La respuesta" ni tan siquiera acercarse a la solución, probablemente significa que se trata de una de aquellas preguntas destinadas a permanecer sin respuesta. O más: una de aquellas cuestiones cuyo valor no está en conducirnos a una respuesta sino en no agotar jamás el signo de interrrogación (y por tanto la carga creativa) y no saciar nuestro deseo de búsqueda, nuestro deseo de comprender. Un misterio cuya fascinación reside en permanecer como tal; uno de estos viajes cuyo valor no está en alcanzar la meta, sino en viajar. La relación entre música y poesía está entre las más difíciles de indagar. Y también circunscribiendo el campo de la reflexión a aquel fragmento del universo-música que más frecuento -la canción popular-, no es fácil decir lo que es o no es la poesía o, incluso antes, si esta forma-canción ha sido alguna vez (o se ha acercado alguna ver a la) poesía y, si sí, por mérito o culpa de quién. Confieso que nunca me ha gustado aquella visión (muy en boga en los años setenta, pero aún hoy no completamente superada) que pretendía descomponer la canción en dos compartimentos estancos -texto y melodía- y valorar las partes, no el conjunto. De vez en cuando, se tiraba por tierra la melodía sin el apoyo de un texto sensato o un texto rico en significado, pero culpable de viajar en compañia de una melodía hasta demasiado "fácil". Así como no sabría decir hasta qué punto tiene sentido proponer para el Nobel de la Literatura a autores como Bob Dylan o Paul Simon (y la lista es mucho más larga), que merecerían, si existiese, el de la canción de autor. La canción es como una moneda. Las dos caras están indisolublemente unidas una a la otra. Si alguna vez separáramos y elimináramos una, no perderíamos la mitad, sino el valor entero de la moneda. Texto y música nacen para vivir juntos y, cualquiera que sea el destino -feliz o infeliz- que los una, deben ser oídos y "juzgados" juntos. Más bien por el conjunto que generan. En efecto, al resultar canciones, texto y música pierden su identidad originaria. Abandonan la "familia de origen" y asumen una nueva naturaleza cuyo valor ya no es el mismo que cuando eran letras y notas por separado en su vida precedente. Nueva identidad y nuevo sentido, y no es raro el caso en el que palabras y notas que, separadamente, cansaban y no apasionaban, logran, viceversa, suscitar las emociones más intensas que un hombre reconozca. No tiene mucho sentido, así pues, establecer el "peso" de una canción (o su "poesividad") atribuyendo un valor al texto y uno a la melodía, para después calcular "el área", guiados, quizás, por aquel mismo espíritu de geometría que inspiraba al iluminado director del colegio de "L'attimo fuggente" (en italiano; en España se llamó "El club de los poetas muertos"). No "las mejores palabras en su mejor orden" adaptadas a la mejor melodía , sino la mejor fusión entre melodía y texto. Fusión de medida, de verso, de léxico, de sentido, de "sonido". También aquí, separando los principales elementos estructurales, poesía y música difieren profundamente, como platos diversos combinados en torno a muchísimos ingredientes, esencialmente por el hecho de que diferentes son su naturaleza y su función, como diferentes los colores en los que su luz se descompone atravesando el prisma de la conciencia del hombre. No sé lo que es poesía -escribía al inicio- pero sé lo que sería la vida sin poesía, reducida a la mecánica que une tendones, músculos, huesos, corazón, nervios y pulmones. Amo la poesía -cualquiera que sea la forma que elija para manifestarse- porque creo que es, para la vida, lo que el alma para el cuerpo: los "21 gramos" que dan sentido al resto. A todo el resto, aunque a veces tengo la tentación de pensar que para ella vale también la diferencia que hay entre estrellas y constelaciones: las estrellas existen por sí mismas, las constelaciones solo en los ojos del hombre. Sea lo que sea, música y poesía comparten, sin duda, el hecho de representar uno de los más fascinantes (e insondables) misterios que unen, como pocas otras cosas, otros dos misterios (también insondables y fascinantes): al hombre que da y al que recibe poesía. Y sólo eso nos debe bastar.
|
|
26 febrero 2004 De "Il Messagero" de Roma. 35 AÑOS DE AMOR CON ROMA. ¡PERO QUÉ EMOCIÓN
AHORA QUE VUELVO AQUÍ! por CLAUDIO BAGLIONI
|
|
12/02/2004 La Repubblica VIAJE A PATAPÁN, CIUDAD VIRTUAL DE BAGLIONI Roma: ¿Se puede intentar hacer un Coloso en Internet? Baglioni, no nuevo en experimentos faraónicos, lo está provando. Desde mañana, en la red, en www.patapan.it, que se encuentra en el personalizado sitio del cantante, ya habitual incluso para los principiantes (por otra parte ¿quién no tiene un sitio hoy en día?), los fans del cantautor encontrarán una entera ciudad virtual. Se llama Patapán, como una canción del último álbum, y contiene todo, incluso todo lo que se puede esperar de una ciudad: estación, museo, discoteca, aeropuerto, bar, parque de atracciones, un castillo, una playa con una isla enfrente (las citas a las canciones de Baglioni son multitud) y hasta una prisión. ¿Cómo se ha hecho un esfuerzo tan grande para una web? "No era indispensable, es obvio", cuenta Baglioni en una pausa del tour que está llevando desde noviembre y que del 26 al 28 llegará a Roma. "El sitio que ya existe tiene un número impresionante de entradas. Funcionaba muy bien así como estaba, pero siempre existe el deseo de construir algo más, de ir adelante". Al primer clik, la pantalla se llena con un mapa que divide la ciudad en 5 zonas, orientadas según los puntos cardinales. Si entramos en una de ellas, se nos presenta una animación (todos los dibujos son de Carmine Di Giandomenico), un comic denso en referencias futuristas, entre el estilo Marvel y el futurismo cinematográfico, y otras tantas zonas clikables a las cuales se puede acceder si lo deseas. En total hay 50 lugares. Son los necesarios para organizar, catalogar y ordenar la enorme masa de material que forma parte de la biografía Baglioni. Hay de todo, conciertos, textos y documentos de toda clase. Si entramos en el cine hay grabaciones y también ocasionales incursiones en películas, algunas verdaderas rarezas antiguas como la aparición en un film de 1972 llamado "Hipótesis sobre la desaparición de un físico atómico". Si por el contrario entramos en la televisión, descubrimos grabaciones prehistóricas, cosas cómicas y hasta embarazantes. Baglioni comenta sarcástico: "Quizás hemos exagerado, ¿había necesidad en serio de meterlo todo" dice bromeando al staff que ha organizado el trabajo. Hay fotos de él a los 20 años con gafas gordas y largas melenas, una secuencia fotográfica en la que un jovencísimo Baglioni en la cocina simula la fabricación de un disco, grabaciones televisivas que parecen venir de otro planeta. "Bromas aparte, para mí es una verdadera experiencia", continua Baglioni, "en el sentido que ahora ver allí presente lo que he hecho y cantado en tantos años da una cierta impresión, no se puede eludir como se hace con la memoria personal, que obviamente selecciona, nos cuenta las cosas en modo subjetivo. En la ciudad hay verdaderamente de todo y aquello que falta será añadido gradualmente, como un gran "trabajo en progreso". Es la misma dedicación con la que hago mis espectáculos, también el concierto está construido en el sentido del tiempo y la memoria, con un palco que parece una casa, desde la cantina hasta el techo, recorriendo las diversas fases de mi historia". En el proyecto han trabajado durante más de un año Guido Tognetti y Claudio Casarelli, conduciendo un equipo que ha montado la ciudad y la ha llenado de contenidos. Hay un quiosco incluso una oficina de reclamaciones para quien quiera sugerir cambios o lamentarse de lo que no le gusta. Siguiendo la linea interactiva típica del medio, el sitio ofrece una zona también para lo que los fans le han hecho o enviado a su ídolo: dibujos, poesías y muchas cosas. El nombre de la ciudad está unido a una canción particular, que Baglioni no canta nunca en concierto: "Como la ciudad virtual, la canción evoca un viaje fantástico, a mitad entre memoria y sueño, que puede unir para siempre a un padre y a un hijo". La alusión es a su padre desaparecido hace poco. El sitio será activo desde mañana, el día del cumpleaños del padre: "Ha sucedido casualmente, pero debo decir que en verdad este detalle me ha gustado mucho". |
|
REVISTA DEL CLAB (2000) Reflexiones de Claudio sobre el "Viaggiatore"
|
|
Larga reflexión de Claudio sobre el Viaggiatore (año 2000). Creo que el que pregunta es el mismo que el que contesta. No hay cita alguna de quién le hace la entrevista. Sacado de una revista del Clab. - La sensación que se respira escuchando con atención tu disco es que este álbum no es sólo un proyecto para escuchar, sino un disco para “ver”. - Estoy contento de que ésta sea la sensación que se perciba cuando uno se acerca al “Viaggiatore sulla coda del tempo” porque significa que el empeño de imaginación y de realización no ha sido vano y que, ante una lectura atenta, el sentido total del proyecto emerge. La verdad es que no he pensado nunca en este álbum como un simple collage de canciones. No era éste mi objetivo. Buscaba algo más: un conjunto que no fuese sólo para escuchar, sino –diría- para percibir. Desde cuando –hace un par de años- el proyecto comenzó a tomar forma dentro de mí, me di cuenta de que la dimensión álbum no era suficiente para contener y dar forma a lo que tenía en mente. Sentía el deseo de un espacio más amplio, más profundo, más articulado, en el cual, cierto, que estuviese presente también el disco tradicional pero no como un conjunto sino como parte de un conjunto. Esperaba lograr dar vida a un universo en el cual las imágenes, palabras, signos, símbolos y sonidos se encontrasen y se fundiesen para formar un producto con diversos niveles de lectura. Un proyecto que uniese a la inmediatez y a la energía del lenguaje de las canciones, la capacidad de despertar la curiosidad y de interesar, obligar a no quedarse en la superficie sino a excavar en busca del punto en el cual ciertas sugestiones, ciertas atmósferas, ciertas provocaciones están en disposición de motivarnos. No sé si lo he logrado, no me corresponde decirlo a mí, pero la ambición –hay una en cada proyecto- era la de que a poco que uno entre en contacto con el “Viaggiatore” resulte él mismo viajero y parta hacia aquel viaje interior o físico, ideal o real, del cual este álbum no puede más que constituir la primera parte, la premisa, el presupuesto: el resto debe acontecer en los ojos, en los pensamientos y en las palabras de quien mira, quien escucha, quien lee, quien se enfrenta y se relaciona con este trabajo. - Dar brillo a un sueño: una expresión que nos hace comprender que es tangible desear algo que a menudo existe tan sólo en nuestra mente pero que, de repente, resulta real, presente, físico hasta el punto de desear lustrarlo... - Dar brillo a un sueño es una expresión de la cual he sentido el reclamo, desde el inicio, muy fuerte. La fuerza evocadora. La imagen que tenía era la del protagonista de nuestra historia –un hombre normal, ciertamente no un héroe- que, cada noche, desciende a su hangar (un lugar simbólico: podría ser el garaje, nuestra habitación o incluso el cajón en el que guardamos las cosas que más queremos y, entre éstas, el medio –cualquiera sea, astronave o bicicleta, moto o barco, avión o monopatín- con el cual deseamos partir). Dar brillo a un sueño es exactamente eso: no perderlo nunca de vista, cuidarlo, controlar que todo está en orden y tenerlo siempre con el motor encendido para que cuando llegue el momento de partir, se esté en condición de marchar. Y después, siempre he pensado que el sueño es un componente concreto, incluso físico, de la existencia. Y no sólo por la cantidad de tiempo que pasamos soñando (cosa que, si lo pensamos bien, no sucede sólo durante el sueño), sino por el papel que los sueños tienen en nuestra vida y por cómo nos condicionan -positiva o negativamente- ya cuando decidimos llevarlos a término, como cuando preferimos no escucharlos y darles la espalda. Pero los sueños no nos atañen sólo individualmente. Basta echar una mirada atrás para comprender que son ellos el verdadero motor de la historia. Son, sobre todo, los grandes sueños, efectivamente, los que hacen dar al hombre esos pequeños pasos adelante de los que es capaz. -Una mujer de nombre “Domani”. Una presencia misteriosa que nos lleva a través de un mundo fantástico, en cualquier caso de fábula, y que nos reconduce a la protagonista de aquella canción: “Le vie dei colori”, en la cual el protagonista partía dejando a la propia compañera... -En efecto, hay una afinidad de situación aunque la naturaleza y las etapas del viaje son diferentes. He dicho a menudo que “Viaggiatore sulla coda del tempo” es el capítulo final de una trilogía ideal que une mis últimos álbumes. Si “Oltre” representaba la vuelta a los orígenes y era esencialmente un disco con la mirada vuelta al pasado, a la búsqueda de las raíces, si “Io sono qui” metía en música la comedia del presente, este último álbum mira adelante, intentando comprender qué somos de verdad y qué de nosotros llevaremos hacia aquel gran punto de interrogación que llamamos futuro. “Domani” es la co-protagonista de esta búsqueda y es, al mismo tiempo, el punto de partida (es de ella de la que el Viajero se despide al partir) y el punto de llegada, un punto de llegada que, sin embargo, el Viajero no alcanzará nunca. “Domani” es sobre todo futuro, ideal para alcanzar, aquello a lo que se tiende. Y aquello a lo que se tiende está siempre un paso delante de nosotros. Hay siempre una distancia, como una tierra de nadie, que separa nuestros deseos, de la cotidianeidad. Y es una distancia que no podemos llenar ni anular. Pero es una distancia que no se debe entender en sentido negativo, al contrario: es verdaderamente ella el motor, el carburante, la ruta y también la razón misma de nuestro viajar. Pensándolo bien, en efecto, es esta distancia el motivo para rellenar de nosotros mismos este contenedor vacío que es el tiempo, del cual somos nosotros el elemento más importante: el contenido. -En estos años la música ha atravesado períodos difíciles, a menudo las canciones han tenido una vida y un papel diferente de aquél de los años 60/70, cuando muy a menudo mostraban un valor, un nexo, un contenido, que, en los últimos años, parecía haber dejado el sitio a una mayor linealidad, simplicidad o ligereza. Este álbum marca un retorno al disco “concept”, típico de aquellos años ya lejanos. Un itinerario que de algún modo nos lleva a la estructura de álbum-historia como “Questo piccolo grande amore” o “Gira che ti rigira amore bello”... -Lo decía al inicio, no quería que “Viaggiatore...” fuese una simple relación de canciones. No hubiese sido posible, porque es demasiado fuerte el hilo rojo que une estos temas y, si bien son todas canciones que perfectamente pueden estar de pié sobre sus propias piernas, es en el conjunto donde encuentran su propia auténtica identidad y de este conjunto de donde sacan su fuerza. “Viaggiatore...” no es tanto la historia del viaje como la historia de aquel viajero que está encerrado en cada uno de nosotros y que, en el fondo, es el símbolo mismo de nuestra condición. El tema central del disco es la relación del hombre con el tiempo, en un presente dominado por mil reclamos del pasado y un futuro que “engaña de lejos”. A este tema central se le apoyan y entrelazan todos los demás temas: el deseo de sueño, no para evadir la realidad sino porque solo en la fantasía se encuentran ciertas respuestas; la gran ansia, pero también la incapacidad de comunicar, que parece caracterizar justamente la era de la comunicación; el falso mito del final del milenio (“la prossima non sarà una nuova età ma solo un’altra età”); el valor, pero también el peso quizás asfixiante de las cosas que estamos convencidos de poseer, mientras que son ellas las que nos poseen a nosotros; la relación con la vida y sus “sincronías imposibles” y la muerte (“siamo morti e più volte noi rinati”). Son éstos los temas que acompañan al Viajero y atravesan todas las canciones: de las emociones desordenadas de la vigilia (“Hangar”), a las esperanzas de la partida (“Un mondo a forma di te”); del comprender que el viaje es sobre todo búsqueda interior (“Sí io sarò”), a la relación de odio-amor con ciertos recuerdos que no nos abandonan nunca (“Caravan”); de la fascinación del primer impacto con el infinito (“Mal d’universo”), al deseo de comprender (“Chi c’è in ascolto” y “Quanto tempo ho”); del diálogo a distancia con una mujer que no logrará nunca más encontrar (“Stai su” y “A Domani”), al examen de conciencia (“Opere e omissioni”); de la certeza de que el final del milenio es un falso mito y que la próxima no será una nueva edad sino sólo otra edad (“Cuore di aliante”), hasta el autobiográfico balance final (“A Clà”). -Has citado la relación odio-amor con las cosas: tanto de los textos como de las imágenes de la portada del disco se deduce que los objetos tienen un papel muy importante en el asunto del Viaggiatore. - Un papel muy importante. Como sucede a todos los capitanes de naves solitarias, en un momento dado nuestro viajero comienza a ser rodeado de pensamientos, pensamientos que asumen una forma casi física: resultan cosas, objetos,... y ante él se abre paso la sensación de que haya polizones a bordo. Son los recuerdos, las cosas dejadas, que no lo abandonan nunca. Quería escapar de su pasado, pero su pasado no sale de él. Llama cada vez más insistentemente a la conciencia y el viajero comprende que podría ir a cualquier sitio pero no podría desembarcar de sí mismo. Pensamientos y recuerdos que constituyen el ADN de nuestra identidad se acoplan como un peso, un límite, un vínculo, un involucro que, no sólo mantiene en vida el pasado (cristalizándolo) sino que arriesga el condicionar también el futuro. Dividido entre la imposibilidad de renunciar a los recuerdos (¿qué haríamos sin la memoria?) y el deseo de liberarse del lastre que a veces los recuerdos representan, el viajero se da cuenta del papel que las cosas juegan en la vida del hombre. Son las únicas que el alma no da vida y que sobreviven al hombre, mientras el resto, personas, animales, plantas, incluso las estrellas, muere, a pesar de que la lejanía las haga parecer vivas, porque la distancia es tan grande que su luz emplea muchísimo tiempo en alcanzarnos. Los objetos, incluso los más estúpidos, los más insignificantes, sobreviven. Respecto a estos objetos, el viajero tiene un sentimiento doble: por una parte la sensación de ser rehén, prisionero de las cosas y del deseo de las cosas; por otra, un ligero impulso de ternura, en el pensamiento de que a los objetos, más allá de un alma, le sea negado hasta el sufrimiento. Y las cosas, en efecto, no saben nunca cuando nos vamos. Aunque toda la vida las hemos cuidado, quitado el polvo, llevado con nosotros, el día que el hombre muere ningún objeto lo llora porque no están en grado de comprender. He aquí porqué la relación entre el hombre y las cosas es uno de los grandes temas del álbum. Por un lado ellas forman parte del perímetro de los afectos, son las cosas junto a las cuales ama estar, de cuya vista goza y que siente placer de poseer; por otra, el viajero se percata de que en muchos casos ese perímetro termina resultando una jaula, que la de las cosas es otra forma de esclavitud a la que el hombre se somete. Si bien él está convencido de poseerlas, en realidad son ellas las que lo poseen. Con todo, no puede sustraerse a un sentimiento de desconsolada amargura cuando comprende que las cosas no tienen conciencia y que, así pues, cuando él ya no esté, a ellas no les será concedido ni siquiera el consuelo del llanto (“quando poi ce ne andiamo, peccato loro non piangono”- Caravan-). - La confección del álbum parece vehículo y representación de una historia. En las fotografías se lee. - La confección, es verdad, es parte integrante del proyecto, no habría podido ser de otro modo. Y, también ésta, está construida a diversos niveles. La imagen del Viajero es la primera en pasar. También esto es un paso-símbolo. El paso del testimonio del viajero-autor al viajero-explorador del proyecto, para dar la posibilidad a quien entra en la habitación de apropiarse de aquel mundo y dar inicio a su viaje. El viajero es cada uno de nosotros y cada uno debe resultar protagonista de la historia y vivir su habitación. Después está la habitación, precisamente, una especie de tragaluz estelar, que es el único ambiente visible del medio de transporte (que no se nos permite conocer) con el cual el viajero se mueve en su órbita desconocida, respecto a la que tenemos sólo un punto de referencia: el hecho de que detrás de la ventana se divisa el perfil lejano de nuestro planeta. Luego hay algunos objetos, también éstos de particular valor simbólico, que se divisan entre las imágenes del interior de la portada, cuando el punto de vista sobre la habitación cambia y se desvela algo más del ambiente en el que nuestro viajero se mueve. Pero de estos objetos preferiría todavía no hablar y dejar a la fantasía y a la capacidad creativa de mis compañeros de viaje, el encargo de una interpretación: ¡Quién sabe! Hasta la imagen final –la de detrás de la portada- donde hay un enésimo, el último, cambio de perspectiva: de la ventana de la habitación del viajero se ve el globo (símbolo del sueño que ha empujado al viajero a partir), finalmente liberado, que vuela lejos en una noche estelar en cuyo fondo, más allá de la tierra, se recorta también la luna. - ¿Cómo nació la idea del reloj del tiempo que se ve apenas como una sombra proyectada sobre una pared en la imagen de la portada y que se asoma también entre los textos del álbum? - Es un símbolo. La idea de que pueda haber un modo diferente de medir este tiempo del cual somos, al mismo tiempo, los inventores y los esclavos. He aquí, entonces, la idea de particularizar un criterio diferente de medida y, por eso, también un instrumento diverso para medirlo, en la esperanza de que, si la medida del tiempo pudiera ser el lenguaje universal y no violento de la música (las teclas corresponden a las notas de una octava de piano), muchas cosas cambiarían y cambiarían a mejor, también entre nosotros y sobre este planeta nuestro que a la vista del nuevo milenio tiene todavía mucho que aprender. Un símbolo, un deseo, una provocación, una esperanza: combatir el tiempo a tiempo de música. - Hablando aún del álbum, las sorpresas o, para decirlo mejor, los enigmas no han terminado. Has insertado una pista ROM al término de las partes audio, donde, con el descubrimiento y la inserción de algunas palabras clave, se puede acceder a los llamados “apuntes de viaje”, un ulterior elemento para completar la narración del viajero... - He dicho desde el inicio que la dimensión “canción” hubiera resultado estrecha para este proyecto. Hubiese faltado el aspecto introspectivo, aquellas reflexiones que en un viaje tan importante, en esa soledad buscada pero no por ello menos difícil de afrontar, el Viajero pudiese confiar sólo a un compañero de viaje discreto y silencioso, recuperando (en una época en la cual las tecnologías tienden a hacerla olvidar) la relación con una de las más antiguas e importantes formas de diálogo: la escritura. El viajero tiene una especie de diario de a bordo. Es en las páginas de este diario donde confía sus reflexiones más personales e íntimas. Pero no quiero decir más. Prefiero que sea la curiosidad, el interés y la pasión de quien se acerque a este álbum, las que hagan el resto. - ¿Qué es para Baglioni el futuro? - Un instante que engaña de lejos: el instante en el cual el presente resulta pasado. Un instante destinado a escaparse hacia el infinito, como el horizonte; cuanto más nos acercamos, más se aleja. CLAUDIO BAGLIONI
|
|
El 30 de octubre de 1999 Claudio organiza algo nunca visto para presentar en absoluto estreno el nuevo disco "Viaggiatore...". Junto a fans, colaboradores y periodistas se sube a un avión, con escalas Florencia-Milán-Nápoles-Catania, y va presentando, hablando, contando y cantando las 12 canciones del disco en 4 hangares en los aeropuertos de las 4 ciudades. Todo en el mismo día, partiendo a las 9 de la mañana desde Florencia y aterrizando en Roma en la noche del mismo día.
|
|
"IL MESSAGGERO" 1992 | |
MI ROMA, BELLA, ETERNA E INCIERTA de Claudio Baglioni
Esta noche vuelvo a cantar en Roma. Es un poco como, entrando de nuevo en casa, cerrar la verja. Es mezclar los recuerdos con las historias de hoy. Los barrios, lejanos, como un viaje, del centro, cal y polvareda, comiéndose cada día más el campo y mi balcón de piedra que se asomaba sobre algún socavón. Familias llegaban habitándolos, todos de ladrillos de cara vista. Roma, ciudad abierta. Los tranvías parados en el final de línea. Esperas de gente de la periferia. Antiguos pensamientos. Los anti-robo de ahora voceando en la noche. Roma, ciudad alerta. Los chicos limpia cristales, su desgraciada pena, la intolerancia de los demás. Roma ciudad rápida. La serpiente venenosa del tráfico. Y los domingos de entonces. Lluviosos y largos. Como las colas del retorno de fin de semana. Después de una excursión a los Castillos, una vuelta por el Fiumicino. Vestidos floreados de mujeres con escotes cuadrados y muchachos ya de principios de verano con las camisas ligeras y más frescas. Y los negros de ahora que todavía los miras curioso, los filipinos de la jornada libre, los “cabezas rapadas” con los líos de siempre. Las viejas de ayer sentadas delante del portón y con los abanicos refrescándose. Roma, ciudad ofrecida. Y estas caras de políticos, tranquilizadoras, el símbolo, el número, la frase adecuada. Quintales de papel creciendo en los muros. ¿Para crecer los sueños de un país mejor? Y los inicios de las películas en blanco y negro de entonces, tomas desde lo alto, la voz que todo lo conoce, fuera de visión, terrazas y basílicas, y ding dong de campanas dando color metal a las nubes. Y el trenecito hacia Ostia. Mi tío que decía: “S’annamo a scoccià sulla spiaggia”. Y yo no comprendía si era ir a aburrirse a la playa o romperse, rodando, la “coccia” (cabeza). Pero reía igual. Los bares de hombres con ojos rojos, abiertos toda la noche, los líos que aparecían de repente y allí dentro manos veloces y violentas. Roma, ciudad experta. Las pocas nevadas. Y esperar cada año aquel milagro blanco. Y los atardeceres de Roma, éstos no cambian nunca y duran una entera jornada después de una jornada entera, y aquel sol que no cae y continua calentando los ojos y las casas incluso después de irse. Bienvenida, Roma. La Roma de las siete colinas, pero también de los siete caminos, de los siete baños. Esta noche vuelvo a cantar en Roma. Roma, ciudad incierta.
|
|
"IL MESSAGGERO" 30-9-1995 | |
“MAR, ¡ PROTÉGEME !” de Claudio Baglioni
Cuando, sobre aquel trenecito que llevaba a Ostia, alguno me preguntaba: “¿Cuántos años tienes, niño?”, yo, con el permiso de los ojos de mi madre, enseñaba una mano y mostraba cuatro dedos un poco torcidos, titubeantes, como si hubiesen aparecido de repente entonces. Hoy me serían necesarias las dos manos, cuatro dedos en cada una. Y meter la una junto a la otra y no para hacer ocho. Cuando aquel trenecito abría sus puertas como un fuelle delante del tan suspirado sueño marino, un ejército de cubos, toallas, sandalias y sombreritos se catapultaba fuera. Con la ansiosa urgencia de llegar pronto. Antes que los demás. Los otros niños, mamás, tíos, abuelos, papás. Como si no hubiese suficiente mar para todos. Y se corría con el corazón y con las piernas. Más con el corazón que con las piernas. El corazón por encima de todo, que empujaba, el primero que cortaba la cinta de la meta. Y aquí comenzaba la letanía calurosa y alegre de las cosas establecidas. Esa fila de nombres. Siempre la misma secuencia: Gambrinus, Venecia, Kursaal, Pinetina, Nuova Pineta, Vechia Pineta, Lega navale, Tibidabo, Plinius, Belsito, Il Delfino, Il Capanno, Marinella, Lido, Battistini, Elmi, Urbinati, La Conchiglia, Italia, Vittoria,... Y el ruego duraba mucho o poco, según el baño elegido. Y cuánto más corto era, mejor iba. ¡Si para acceder al paraíso, había que andar menos acera! Menos cabinas en las que curiosear. Menos gritos de voces maternas. Menos pisotones que evitar. Menos tiempo de espera. Para alcanzar finalmente el mar. Porque el mar no es como la montaña. En la montaña estás de todos modos, donde quiera que estés. Más allá, arriba o abajo, o más acá. Basta con encontrarse en aquel territorio. En el mar, no, no puedes estar cerca, a su lado. Debes estar dentro o lo más junto posible. ¡Y cuánto sol había! Por todos lados. Entonces había más sol. Mucho más sol que ahora. Partíamos cada día de Roma con un poco de arena del día anterior (que toda no lograbas nunca quitarte). Con todavía más deseo, más obsesión que el día precedente, llegaba a aquellas casas, aquellas calles parecían de un sitio lejano. Tan diferente de la ciudad. Africano. Quizás por el tema de las palmeras. Alguna vez venía con nosotros mi tío Enrico. “S’annamo a scoccià”, decía. Y “scocciarsi” era romperse la crisma. La cabeza. Por las cabriolas que me hacía hacer. Él me las había enseñado. Y después me lo repetía siempre: “Quando s’annamo a scoccià?”. Y yo reía , reía como si aquellas palabras tuviesen dedos y me hiciesen cosquillas en el costado. Ahora no vamos ya a “scoccià”. Quizás porque estamos ya bastante “scocciati”. De lo que sucede. De lo que nos sucede alrededor. Que nos adormece los sueños y nos despierta las pesadillas. Que nos estafa el mar de los pensamientos y nos contamina con sus salpicaduras. Que nos hace caer nuestro castillo de arena y que nos construye uno al lado, uno tocado y abusivo.”Scocciati” de aquellos salvadores de la gente que nos pinchan el salvavidas mientras intentamos ir a nadar solos, lejos. “Scociatti” del hecho de no tener ya aquellos ojos que ya buscaban el mar 20 kilómetros antes. No lo veías, pero lo sentías. Con un sol interno que se reflejaba en el sol de fuera. Al fín, de repente, allá lejos, una inmensa plancha de plata. Te decía que el mar estaba allí de verdad. Pero tú ya lo sabías. Lo difícil es saberlo hoy. ¿Y hoy Ostia qué es? Me han dicho: una ciudad junto al mar. Sin ser una ciudad de mar. Con la historia de una ciudad-ciudad. Y como en todas las ciudades del mundo, extrañezas y contradicciones. Los jóvenes sin paz o sin problemas. Los viejos sin dientes o sin compañía. Los parados sin trabajo. Los extracomunitarios sin familia. Los desalojados sin casa. Los traficantes sin alma. Los ladrones sin vergüenza. Los afortunados sin y sin. Y después, tantas personas sin rendición, sin miedo de vivir, sin muros. A propósito, ¿estará todavía el pequeño muro?. Hoy vuelvo a cantar y tocar, sin liturgia, de espaldas al mar, robándole un poco de energía. ¡Que me ayude, me proteja, el azul profundo infinito hasta donde termina y más al fondo aún! Pero no tendré tiempo para ir a verlo. Juro que un día de éstos vuelvo y en un momento en el que nadie me mire, me doblo sobre mis rodillas, apoyo las manos y la cabeza, me empujo con las piernas y ...¡hala! me voy a “scoccià”.
|
|
"IL MESSAGGERO" 28-9-1996 | |
JÓVENES, ¡ NO OS TAPEIS LA NARIZ ! De Claudio Baglioni
Y también ésta ha terminado. Una aventura de seis mil kilómetros en dos semanas. Y cada día llegar a un sitio, cantar e irte. Ha terminado después de una letanía de cielos cargados de lluvia con unos pocos claros. ¿Es así también el tiempo que estamos viviendo? En muchas canciones, de los años 60 en adelante, aparece, quizás ingenuamente, esta metáfora. Las nubes como los eternos desastres del universo y, finalmente, la salvación, un azul claro de cielo. Y nosotros como campesinos mirándolo, intentando comprender sus intenciones. Más las amenazas que las promesas. No miramos ya para inspirarnos, para extender la mirada de los pensamientos, sino confiando sólo en que nos deje en paz y no ser golpeados. Llueve desde hace demasiado tiempo sobre nuestras cabezas. Llueve sobre los entusiasmos, sobre el deseo de cambio, sobre las cosechas de los honestos, sobre los senderos de la verdad. Ha llovido sobre nuestros camiones amarillos que se abrían, resultando escenario, sonido, luces, con la ilusión de que desde estos carros de comediantes se pudiese regalar un poco de sol, de calor, la inalcanzable fórmula de un elixir de vida. Llovía y ellos, los “espectadores” cantaban, se refugiaban como podían cuando caía fuerte, pero no se rendían, no renunciaban. A las 9, como un milagro merecido, también el cielo, conmovido por tanta presencia, no tenía más lágrimas y, entre el despecho y el respeto, nos dejaba hacer nuestro espectáculo. ¡Cuánto me gustaría que esto mismo sucediese con todo lo demás! Que no sucediese sólo durante 3 horas de concierto. Que este deseo de existir, de contar, de resistir,..lo encontrásemos en el repertorio de nuestra aventura humana. En pocos meses me he encontrado con más de 800.000 personas. Personas. No los acaparadores, evasores, aprovechados, malversadores, ... esos que miras siempre, pero no los ves nunca. Aquellos otros los he visto y cuando no lograba velos, he sentido su energía, su latido, su tambor o lo que llaman corazón. Siempre lo han tenido, no lo han comprado e intentan a duras penas protegerlo del descorazonador ejemplo de quien está en lo alto o de la desilusión del uso del poder. El mal de los siglos. El mal de una sociedad que, las más de las veces, rechaza; que teme el talento, la creatividad, el recién llegado. Que no presta atención a los jóvenes y sus ideales. Que son la misma cosa. Pero el poder no puede perseguir ideales, más bien los oculta, los sofoca, los mata. Este siglo termina 10 años antes. Con un muro que caía y todos animándonos a construir algo. Con el descubrimiento de corrupciones, de abusos y de rapiñas, mientras todos decíamos que no teníamos necesidad de padrinos ni sobornos. ¿Ha terminado la larga estación de las peticiones, de las preguntas decisivas? No, como se dice, la esperanza nunca se pierde. No. Se cansa uno de esperar, de no decidirse si “desaparecer” o “disparar”. Se cansa de estar en este malestar. De persistir en este existir. Miraba, en mi roulotte, las gotas que descendían, pensando en una purificación, un baño purificante. El agua, discurriendo, se habría llevado consigo la memoria de todas las cosas que encontraba. Pero ¿qué clase de historia dejamos a nuestros hijos? De años de masacre sin culpables, de desastres ecológicos y económicos sin responsables. De rapiñas administrativas de los habituales (des)conocidos (Dispararon a un pobre hombre porque le podían robar sólo 16.000 liras: estamos acostumbrados a otra clase de robos más cuantiosos). En el fondo, los que vienen al mundo ¿qué piden desde hace siglos? Poder vivir sus sueños y soñar una existencia mejor. Nosotros no los hemos arrojado en la basura o violado: les hemos comprado las zapatillas de moda, el ordenador personal y la moto con el casco (si-no-te-romperás-la-crisma), pero de lo de dentro de la cabeza ¿nos hemos preocupado? Sí, un poco. Pero quizás demasiado poco, paralizados por amnesias o apatías. Llueve todavía. Pero no debemos dejar de luchar. Soplar a las nubes como el Gustavo del Barón de Münchausen. Alejar las nubes y liberar la ciudad de la fantasía del asedio de las tropas de la arrogancia, de la prevaricación, de la banalidad. Regresar a los teatros de la ciudad donde los actores y juglares no recitan ya porque otros bufones han ocupado las escenas. Es necesario moverse ahora, moverse juntos para conmoverse ante las cosas del mundo, ante la maravilla del mañana. Entregarse al mañana de repente, sin disgusto, nausea o volviendo la cara hacia el otro lado. Sin taparse la nariz. Andar, hacer camino. Yo me paro hoy en Nettuno. En un puerto. Y a aquel dios marino le pido que me haga partir de nuevo, aunque yo no conozco la meta, porque en el mar no hay caminos. Deseémonos un buen viaje en nuestras historias, buen viaje para nuestras vidas. Bajo la lluvia.
|
páginas vistas desde 2003 |
El que no imagina es como el que no suda; almacena veneno. Truman Capote.