Pues el día 8 de marzo de
2004 me hice la
siguiente reflexión: estando en una ciudad como Florencia en la que hay un concierto de
Claudio Baglioni ¿me voy a quedar sin ir?. Me pareció absurdo y tras
indagar dónde vendían las entradas, me encaminé hacia el Box Office, punto
oficial de venta de todos los espectáculos de Florencia, aunque sin muchas
esperanzas de que hubiera entradas para el día 9 (yo ya las tenía para el
10). El muchacho que me atendió me dijo que quedaban muy pocas pero que
algo había. Por tanto, compré un par del tercer sector, que no estaban
nada mal.
Esto era la noche del día 8, y los dos siguientes días que tenía por
delante consistían en ver las maravillas de Florencia, y culminar con
sendos conciertos de Claudio Baglioni. Dudo que ese plan pudiera
mejorarse. Era como estar en una nube.
El primer día me fui para la zona del Palasport a eso de las 6. Me llamó
la atención lo tranquilo que se veía el ambiente. No porque hubiera poca
gente, sino por lo tranquilo que estaba el personal. Gente de todas las
edades, matrimonios con sus hijos pequeños, gente joven y alborotadora,
personal cuarentañero (el mejor; ellas guapísimas) más tranquilo, y alguna
que otra abuela con la familia.
También me llamó la atención que, una vez dentro del pabellón, no hubiera
vallas separando unas zonas de otras, y muy pocas protegiendo el
escenario, donde ya se veían los instrumentos preparados.
Curioseando por aquí y por
allí, mirando los puestos de los productos oficiales de Claudio y
comprando alguna cosita, se iba acercando la hora, la expectación crecía y
las gradas se iban abarrotando.
Llegados a este momento, el
2º día, me ocurrió algo inesperado. Era el día que tenía las entradas del
primer sector, muy cerca del escenario, y, al volver de comprar unos
refrescos (faltaban pocos minutos para las 9 y el ambiente estaba ya muy
caldeado), me encuentro, prácticamente al lado de mi asiento, a Walter
Savelli, que andaba por allí, saludando a unos y a otros.
Me acerqué a saludarle y al decirle que veníamos de España y que
asistíamos a los dos conciertos, se mostró sorprendido y tremendamente
amable y cariñoso. Echamos una breve parrafada acerca de Florencia, de
nuestro viaje y de los conciertos.
Me hice una foto con él, que me pidió que se la mandara, y nos despidió
mandándonos besos y poniéndose la mano en el corazón repetidas veces. Me
llamó enormemente la atención su sencillez y amabilidad.
Ahora bien: siempre me quedará una duda ¿qué hubiera pasado si le hubiera
dicho si había posibilidad de saludar a Claudio al final? Sobre la marcha
no se me ocurrió. Y lo cierto es que luego lo volví a ver dirigiéndose a
la zona de camerinos, al término del concierto. Quizá perdí la ocasión de
estar unos minutos con Claudio en persona.
A las 9 en punto se bajan de golpe las luces del pabellón y suena por los
altavoces la melodía de “Da me a te”.
Griterío, pateos, escándalo monumental. Comienzan a salir los técnicos que
se encaraman a lo alto del escenario para manejar los cacharros que irán
subiendo y bajando los distintos escenarios: la cantina, el salón y la
terraza.
Suenan por los altavoces, por lo bajini, la instrumentación de “Di la del
ponte” y a continuación, las bases de “Notte di note, note di notte”. La
tensión va subiendo. El público ya corea “Quiiii, in questa curva dil
cielo...”.
A las 9:15 se apagan todas las luces. Con el pabellón completamente a
oscuras y con una algarabía infernal, suena, ya muy alto, el estribillo de
“Acqua nell’acqua”, mientras empiezan a salir los músicos, entremezclados
con bastantes guardaespaldas, supongo que debido a la exagerada proximidad
del público.
Al final de todos ellos, con el inseparable Fabione alumbrando el camino
con una linterna, sale Claudio, vestido con un frac negro. Al llegar al
escenario (que está a una altura mínima, lo que da confiere más cercanía
aun), alguien le pone al cuello su guitarra blanca.
Al llegar al escenario
(que está a una altura mínima, lo que le confiere más cercanía aun),
alguien le pone al cuello su guitarra blanca.
Se va al centro del escenario en mitad de una ovación atronadora y entona
“Yesterday”.
Imposible describir este momento. La voz, la cercanía, la presencia de
Claudio llenaba en ese momento todo el recinto. Parecía que cantara para
cada uno en particular y, a la vez, para la multitud enardecida. Tras unas
breves palabras, que venían a explicar el porqué de comenzar con “Yesterday”,
se cambió de ropa por primera vez (lo hizo varias veces allí mismo, sobre
el escenario, alternando chaquetas con camisas, pañuelos al cuello, etc) y
se arrancó con “Noi no”, con toda la banda tocando ya con él. Siguió con
marcha con “Dagli il via”, “Quanto ti voglio”, y luego cantó, lentamente,
dos por las que tengo debilidad, “Fotografie” y “Ragazze dell’ est”.
A partir de aquí, siguió desgranando canciones, con un admirable sentido
del tiempo, intercalando temas movidos con temas lentos. Recuerdo como
memorable el momento en que unió un electrizante final de "Bolero” con el
escalofriante inicio de “Tienimi con te”.
Una canción que nunca ha sido de mis favoritas “E adesso la pubblicità”,
desde ahora siempre la llevaré unida a la simpática coreografía que
recreaban, con dos tipos que salían vestidos como de ejecutivos, que
manejaban a Claudio, llevándolo de un sitio para otro, después de que él
anduviera tocando la batería con dos cucharones sobre la cocina, o las
chicas de la sección de cuerda (monísimas), que también le atacaban con
todo tipo de ruidos: un secador, un teléfono, etc.
Más ratos simpáticos: la fiesta que se arma con “Serenata in sol”, con
¡¡los guardaespaldas!!, habitualmente de negro, que se enfundan camisetas
multicolores y se ponen a jugar a las cartas, y a hacer coros, en la mesa
del salón, mientras Claudio bromea con ellos, antes de que comiencen el
desfile como una especie de conga.
Momentos intensos: Claudio sentado solo a la mesa, con una luz muy tenue,
y hace como que lee una carta, cantando “Mai più come te”. Al rato, las
chicas de los violines se sientan alrededor de él y se quedan todos allí
interpretando ese impresionante tema.
Hubo momentos apoteósicos: el final de “Avrai”, tras haberla cantado con
el único acompañamiento de piano, al final, con “amore, amore, avraiii”,
hace un gorgorito de los suyos y entra, espectacular, toda la banda.
Estremecedor.
O “Tutto in un abbraccio”, en que va enfocando a todo el público con el
telescopio que hay en el escenario-terraza, y los que se van iluminando,
alzan los brazos, como si hicieran la ola, significando el abrazo común de
toda la gente.
Igual que “E tu”, con una luz azul que inundaba en el estribillo todo el
pabellón, no sólo el escenario.
Para mí, la mayor apoteosis, cuando se va metiendo en los acordes de
“Strada facendo”, y al llegar al estribillo, deja que todo el público
cante a voz en cuello (confieso que, aunque no soy muy dado, ahí me
arranqué con toda mi fuerza), mientras todo el pabellón está iluminado de
tonos amarillos y naranjas. En ese momento era la locura, era
indescriptible la energía que había en todo el recinto. Aunque lo hayamos
escuchado en sus discos en directo, no se puede expresar lo que es
escuchar a miles de personas coreando el “Straaaada faceeendooo”, con
Claudio cantando el resto.
Algo que me estremeció y lo sigue haciendo cuando lo recuerdo, es la
versión que hace de “Solo”, únicamente con la guitarra, en medio de una
pequeña plataforma que se elevaba a veces, e iluminado con una tenue luz
azul que le hacía parecer una estatua de bronce. Además la cantó enterita,
nada de incluirla en el medley.
...Y montones de sensaciones más. “Cuore di aliante” (único tema del
Viaggiatore); escuchar “Poster” como era originalmente, no a ritmo de rap;
la que se forma con los primeros acordes de “Mille giorni di te e di me”,
o escuchar en fin, todo, absolutamente todo lo que cantó, durante 3 horas
y cuarto, sin darse tregua, ni él mismo, ni al público, hasta llegar al
final con “Io sono qui”, “La vita è adesso” y “Via”, con el pabellón
totalmente entregado.
Al final, una perorata, despidiéndose, diciendo que ha sido una velada
magnífica y tal, mientras suena el estribillo de “Come per incanto”. Todo
muy emocionante.
A la salida del escenario, totalmente rodeado de sus guardaespaldas,
llegué a estar a 2 metros, y efectivamente, el halo que desprendía era el
de una superestrella. Tenía algo especial, sin ninguna duda.
La sensación que me quedó era como de haber vivido un sueño, tras las 3
horas y cuarto. Y en ese momento, me alegré infinito de que al día
siguiente volvería a vivirlo. Fue una de las cosas que más me alegro haber
hecho: liarme la manta a la cabeza y comprar entradas para los dos días,
pues además del doble disfrute, me permitió fijarme más en pequeños
detalles, como el cabreo importante de Claudio con la mesa de sonido, a la
que incluso fingió disparar, y a la que echaba unas miradas asesinas,
especialmente al final (del 2º concierto), cuando incluso dejó de cantar y
dejó al público que corease “Io sono qui”, haciendo gestos de resignación.
O percatarme de que cambió de orden "Io me ne andrei".
O fijarme también en el dispositivo de seguridad del pabellón, más allá de
los más próximos a Claudio (Fabione tuvo que sujetar a una chica que
intentó subir al escenario), con unos tipos enormes, con camisetas negras,
que quitaban de en medio sin contemplaciones a los que invadían los
pasillos.
O quedarme, ya nostálgico, el 2º día, hasta que salieron decenas de
empleados de la gira a empezar a desmontar todo aquello, todos con
camisetas de distintos colores con una única leyenda en el pecho, “Claudio
Baglioni”.
En fin, un despliegue impresionante al que he asistido, en todos los
aspectos, y por el que me siento, realmente, un privilegiado.
Paco
N.B.: Está sonando el
midi de "Puoi" |