PER LA VERSIONE ITALIANA

 

"CERCANDO" EN UDINE

(más otra cita de "Cercando" en Vicenza)

 

 

UN CLAUDIO MÁS HOMBRE BAJO UN CIELO MÁGICO

por Alberta (2-IX-04)

 

 

   Recién aparecidos, el pasado julio, los primeros anuncios sobre las nuevas fechas del tour Cercando en el noreste de Italia, cojo al vuelo con alegría la noticia…¡Udine el 2 de septiembre, Vicenza al día siguiente!! ¡Qué maravilloso!...cuando ya creía que me debía limitar, como quien dice, a sólo dos fechas, Este y Pratolino (en julio), que ya tenía en el bolsillo, en el concierto de Este del 18 de julio, me encuentro con las entradas de tercera fila para una y para la otra fecha de septiembre adquiridas con antelación gracias a la habilidad de mis dos dulces y jóvenes amigas, Paolina de Trieste e Ilaria, para todos Ilo, de Vicenza…

   Esto hace subir a 9, comprendidos los 4 Crescendo y la blanca Epopeya de Livigno, la lista de los conciertos de Claudio vistos por mí en el curso de un solo año solar, más que todos –¡sólo 6!- los que yo había visto en todos los anteriores 24 años a partir de aquella primera experiencia inolvidable vista en el Palacio de Deportes de Mestre en los inicios de 1979, era el tour de “E tu come stai?”…se trataba también del inicio baglioniano del General Walter Savelli y yo tenía solamente 14 años y medio…

   Resultado: por primera vez en decenios recibo miradas y palabras de compasión hasta de mi madre (una persona que normalmente llora de emoción escuchando los viejos éxitos de Claudio) y de mi hermana (mi fiel “compañera de concierto” en los últimos años 70,80 y 90)…

   No me importa…tengo el presentimiento de que esa primera fecha de septiembre me reservará algo más que otro bello momento que saborear, no sólo un momento de naturaleza y contenido extrictamente artísticos…y será así…más bien, será así desde TODOS y cada uno de los puntos de vista, no sólo desde el perfil rigurosamente musical…

   Debo, en efecto, convencerme de algo de lo que siempre he estado totalmente convencida y lo hago con alegría.

   Udine, primera tarde…estoy aún saboreando los últimos bocados de una comida super rica preparado por la madre de un querido amigo mío udinese (¡un Claudio canoso también él!) cuando Paulina y Cettina me llaman por teléfono a su casa, informándome de su intención de darnos cita delante del hotel de Claudio (que Cettina conoce, pues tiene una amiga dependienta del hotel que nos ha dado el soplo), para hablar un poco entre nosotras con calma en espera de tomar la empinada subida al Castillo, y además –como dice Enzo Jannacci- para “ver a escondidas el efecto que hace”, nunca se sabe…

   La idea me parece claramente atractiva, no ya por el placer de pasar un par de horitas antes del concierto en compañía de dos personas que estimo, y que, en el jaleo de Este, logré ver poco o nada…

   Bueno, nunca lo hubiese dicho, pero también los encuentros “de hotel” pueden tal vez ser bonitos y mostrar a un Claudio hombre, no “oso amaestrado”, no enjaulado, no blindado, no llevado de acá para allá casi como un paquete por sus hombretones, no asediado por las hordas de fanáticos o fetichistas como siempre había pensado, sino serenamente ocupado en pequeñas, agradables conversaciones interesantes para nosotras y para él…

   Somos literalmente cuatro gatos contados delante de la puerta de cristales del hotel Ambassador Palace de Udine, que da a la calle (Cettina, su marido, Paulina y la que escribe, y otras dos chicas que no conozco pero que aparentemente están presentes en todas y cada una de las fechas baglionianas…al menos yo siempre las he visto, en cualquier sitio al que yo haya ido…); nosotros cuatro charlamos tranquilos, mirando a los hombretones llevar estanterías enteras, cargas de fundas de trajes con el logo Versace y colocarlas en el coche…

   En un momento dado aparece en el hall no un divo sino un simple hombre, relajado, reposado, camisa negra (le queda particularmente bien) y pantalones blancos, que nos ve, poquito a poquito, nos sonríe, se para en el umbral de la puerta de cristales…

   Mi dulce amiga “muleta” ("chica" en el dialecto de Trieste), Paulina de Trieste, tiene papel y boli en la mano, pero el hombre, siempre tan sonriente, le dice –con bastante acento romano- “No me harás en absoluto escribir ¿eh?”. Paulina retirará rápido el papel y el boli  y con la alegre espontaneidad de sus 19 años le propone un “intercambio a la par”: ¿Le va bien hacerse alguna foto con nosotras? Sí, le va…e incluso un poquitín más…

   En dos de estas fotos luego descubrí que –no sé cómo- estaba bien visible también yo, aunque había inicialmente decidido, en el momento, no acercarme a él y quedarme en segundo plano (estaba aún un poco desconfiada y hostil ante cualesquiera de estos “encuentros cercanos”, habiendo experimentado yo en aquella soleada y espesa tarde en Este inmediatamente después de los ensayos, una versión un tanto “altiva” –y claramente no entre las más comunicativas e reflexivas- de Claudio…).

   No me importa mucho que el marido de Cettina (¡pobrecito, tenía una expresión tan culpable!) hubiera malogrado la ultimísima foto (la única donde, armada de valor, había pasado a Claudio un brazo alrededor de los hombres, poniéndome más o menos en pose con él). ¡Se ve que era el destino!!!

   También descubrí que en aquellas fotos, Claudio no tiene la sonrisa forzada -de “leoncito de circo”, como lo llamo yo, y como la llamaba también él en el remoto 1985 (cfr. “Notti di note”, de Claudio Baglioni y Guido Harari, editorial Rusconi, página 17)- que a menudo le he visto hacer en fotos parecidas…más bien, en una de las fotos ahora celosamente guardadas en la cámara digital de Paulina él  incluso, está sonriendo o más que eso… Un bonito presagio para el concierto de la noche, donde en efecto, su alegría de estar allí era visible de forma clara…

   Paulina astutamente, se apresura a preguntarle: “Pero entonces ¿Es verdad que cantarás en una fecha de éstas, a puerta cerrada, en el Puerto Viejo de Trieste el 6 de septiembre?"

   Quien le responde, más que al divino Claudio Baglioni, se asemeja a un gentil empleado de la agencia Pro Loco de Trieste, pródigo de informaciones…” Sí, ya es seguro, pero aún debo definir los detalles con la Administración”. Intervengo yo, no sé siquiera porqué (¡visto que el 6 de Septiembre estaré en España y no podré estar presente en Trieste!): “Pero ¿Qué Administración? ¿La del Ayuntamiento?”. Y Claudio: “Sí, sí, mi interlocutor es el Ayuntamiento”…Y yo, como una brava ex-residente triestina (hasta diciembre del 99): “¡Ah, el alcalde Dipiazza!” … Bueno, no sé en virtud de qué extraña magia o alquimia, el hecho de haber pronunciado el nombre del primer ciudadano de Trieste, hizo producir ciertos efectos en él…De hecho, Claudio exclama: “¡Brava! ¡Exacto!”, como si fuese un nuevo Mike Buongiorno, mientras veo su cara sonriente acercarse inexorablemente a la mía…¡y estamparme dos besos en las mejillas! ¿Por qué lo ha hecho? No lo sé, pero a caballo regalado no le mires el diente…

   Esta explosión suya de inesperado calor, me ofrece la ocasión de decirle una cosita muy bonita y dulce, que hace referencia a una personita que, de calor humano tiene a su vez mucho que dar, además de ser su clon físico… Le digo lo que quería, o sea, que he conocido a su maravilloso muchacho el pasado 16 de agosto en Castelbrando, en la provincia de Treviso… y la reacción de Claudio me alegra el corazón.

   Empiezo con un “¿Sabes que he conocido en el concierto de Tommy Emmanuel… -y aquí la sonrisa del papá se ensancha– … a tu hijo Giovanni? Es, de verdad, una persona extraordinaria…”.

   La sonrisa de Claudio, una sonrisa que curiosamente ahora me parece muy joven y desarmada, casi adolescente, ya se explaya del todo… no sé describir aquí exactamente la expresión de gozoso orgullo que campea en aquel bello rostro tan parecido al de su hijo, el cual apenas dos semanas antes, gesticulando, visiblemente feliz, con los ojos risueños, me dijo que no había cenado porque se le había “cerrado el estómago”, tan excitado estaba con la idea de tomar parte del maratón de cuatro días (concierto,  su consecutivo workshop y la jam session final con Tommy) del famoso músico australiano, su ídolo y modelo absoluto en el campo de la guitarra acústica…

        

   Quiero agradecer públicamente a nuestra querida Cettina (asidua del guestbook de Unaparolaperte) – también el nombre de Paulina, mi compañera de asiento en el concierto- por haber conseguido, con  sus amistades (hoteleras) en aquel hotel de Udine, hacernos descubrir a un Claudio más hombre… aunque no bajo un cielo mágico, sino en el umbral de la puerta de cristales de un hotel udinés…

   Pero no termina aquí… Desde las 20 h. hasta las 21 h. aproximadamente, mientras la sugestiva explanada del bellísimo Castillo de Udine – emplazamiento adecuado, de notable efecto también para los juegos de luces – va ordenadamente llenándose de público (no hay nada de overbooking aquí, ni gente que se agolpe para conseguir un puesto mejor, ni falta de organización, ni local ni central, ni indirectas amargadas y enfurecidas por parte de Claudio…), y vuelvo a ver con alegría a otras personas muy queridas por mí, como nuestra Grace de Trieste...¿A quién siento fluir ininterrumpidamente, “in loop”, desde los enormes altavoces de “Cercando”? El álbum completo ONLY de 1999, de… ¡Tommy Emmanuel! ¿Es o no es él?... Sí que es él…Quién sabe si sonaba también en Este y en Pratolino, no me acuerdo, bueno…¡quizá Claudio hace que suene en todas las fechas desde siempre, y yo- que ahora lo tengo- no me había dado cuenta!

   Clicka para oir un fragmento del tema "Drivetime" perteneciente a este disco.

   Me gusta pensar que justo ésta (además de la llamadita de teléfono por la tarde que Claudio siempre dice que le hace a Gio’ dondequiera que ellos se encuentren) sea para él una forma “fuerte” de notar cercano a su chico, siempre y de cualquier manera… porque la música no es una isla, la música es el mar…

   Ocupada en estos pensamientos que bailaban en mi mente y en mi alma, de repente telefoneo a un amigo de siempre, Alberto, mi radicalmente anti-baglioniano ex compañero de clase en el instituto, uno de los más grandes fans de Tommy Emmanuel sobre la superficie de la Tierra…Acerco mi móvil a los altavoces y le digo: “¿Qué te parece? ¿Le das una oportunidad a este hombre? ¡Escucha lo que pone!”. Alberto - con expresión asombrada- me garantiza que ¡de ahora en adelante tendrá el máximo respeto por Claudio! ¡Viva Tommy, que ha obrado el “milagro”! 

   Un Claudio hombre, así pues… ¿Y el cielo mágico? Pues el que hubo en el Castillo…Un CERCANDO mucho más bonito que los dos anteriores que vi, con un Claudio increíble por la voz, alegría, dulzura, locuacidad… y luego…¡prácticamente no tuvo amnesia en los textos!...

   En Este en particular, percibíamos un poco todos (Alex, Claudina y yo –encargados de la “misión imposible” de entregarle el tercer libro de nuestro sitio Unaparolaperte- ¡quizá lo notamos mejor que otros!) una cierta electricidad en el aire…canciones óptimamente cantadas, enlazadas una tras otra como los vagones de un trenecito eléctrico, sin comentarios por su parte ni demasiadas sonrisas entre una y otra...el único momento “ligero” que yo recuerdo fue uno de esos habituales sarcásticos reproches al técnico de sonido (“En este momento escucho de todo en los auriculares…hasta dos CB que están hablándose de amor…”).

   Aquí en Udine el hombre sonríe, sonríe y sonríe…tiene unos gestos que me parecen más cariñosos y verdaderos que en otras ocasiones, más fluidos…habla mucho, no corre…Son sorprendentes y hermosísimas para mí sus largas introducciones habladas en muchas canciones, desde “Mai più come te” a “Signora delle ore scure”, “Con tutto l’amore che posso”…¡parece que estemos en un conciertos de InCanto!!

   Paulina (también ella estuvo en Este) y yo nos miramos casi incrédulas y después nos abrazamos (lo haremos más veces a lo largo del concierto), felices de compartir su felicidad…es como una osmosis, una recíproca alegría…nuestra, de verlo así; suya, por ver en nosotros –no muy cantarines ni siquiera muy coreógrafos, pero sí cariñosos y afectuosos, en esta sana y tranquila atmósfera de relajada fiesta campestre- el contrapunto de su satisfacción…

   En Este, por ejemplo, el paso entre estas dos canciones de entre las muchísimas gemas de Cercando –o sea, “Ancora la pioggia cadrà” y “Avrai”- se saldaba con un rápido y seco “Para uno que se va…otro que llega…”.

   No sucedía así en Udine.

   Aquí, bajo un cielo mágico, la dulce sonrisa de un Claudio que yo veo más hombre (¿será verdad? Quizás sí…) introduce –al final de su conmovedora poesía del que se suicida en el mar por amor- su personalísimo grito de esperanza y de afirmación de la vida y lo reviste de palabras más cálidas y acogedoras…le basta un pequeño añadido para cambiar completamente el matiz de este “puente” hablado…Le basta decir “Para una estrella que se va…he aquí otra estrella que llega…” y todo cambia. Al menos para mí. Los ejemplos podrían continuar indefinidamente…

   Divertida (¡Paulina y yo nos desternillamos de la risa!) la novedad introducida en el curso del tour en el momento de interpretar “Serenata in sol”…porque a los habituales cinco virtuosísimos músicos poli-instrumentistas de gran valía (el inoxidable Paolo Gianolio, of course; Gavin Harrison, muy ensalzado por el público por su vuelta; el hierático y fenomenal John Giblin; “el hombre omnipresente y de todos los instrumentos” Pio Spiriti; y el ecléctico Roby Pagani) se añade una mini-fanfarria compuesta por un bajo tuba, tambor grande y tambor pequeño, con efectos absolutamente cómicos…

   Le hago escuchar, por el móvil, el medley - aparentemente odiado por todos los fans “puros y duros”, pero que a mí me produce mucha ternura…- a mi madre. Ella me responde con un sms en el que me dice que ha llorado (¡no tenía dudas!) escuchando aquel florilegio de canciones “históricas”, las suyas…

   Un Claudio hombre, en el bien y en el mal… Como una piedra lanzada con fuerza en el estanque de la dulzura con la cual él nos había envuelto hasta ese momento, aparece la furia explosiva del micrófono arrancado del soporte con ímpetu, al quedarse sin sonido de repente durante “La vita è adesso”, justo cuando estábamos a punto de acercarnos al momento en el que se “salta en la vida”…el momento en el que el hombre te pide, casi te implora, vivir la vida, saltar, sentirla, amarla…porque “la vida existe ahora”.

   Es un momento, éste, que personalmente me produce siempre escalofríos y por eso me quedo casi petrificada por su gesto rabioso, al igual que Paulina…Con los ojos que echaban chispas, Claudio mira alrededor por un instante y luego brinca como una pantera sobre el piano, arranca el micrófono de su soporte y sigue usando aquél…La furia cede de nuevo el paso a la dulzura y a la sonrisa…Claudio salta con empeño junto a todos nosotros, que para la ocasión rodeábamos el escenario como siempre…

   La totalidad del “mini-drama técnico” se esfuma en pocos segundos, dejándome sin embargo atónita y casi conmocionada al asistir a la feroz virulencia de la reacción de Claudio. Debo continuar recordando que este hombre es medio normal y medio extraño, me digo.

   Y luego…y luego…también el día siguiente en Vicenza gocé de un concierto mágico y sugestivo, bastante similar al de Udine…e incluso técnicamente sin bobadas de ningún tipo, sin micrófonos caídos, sin miradas satánicas, sin improvisadas, ni siquiera breves, explosiones de rabia.

   ¿Una alegría en la alegría? La de volver a ver a mis jóvenes amigas Ilo, Chiara y Nicole y reir con ellas como la tía madurita que efectivamente soy, codo con codo, gozando todas juntas de este concierto de nivel excepcional…aunque la dulcísima Ilo tenía la visual un poco dificultada debido a tener que sostener en brazos a su hermanita Claudia de seis años, que, por otra parte, ya promete como fan (ella ha hecho lo imposible para poder asistir al concierto y se adormecerá solo hacia el final…).

   Desde las cajas de sonido, también esta vez, escucho emocionada, antes de que el concierto se inicie, las inconfundibles notas de guitarra acústica del álbum ONLY de Tommy Emmanuel…

   Vicenza le da a Claudio una dimensión que casi definiría plácida…será quizás la prolongada visión del Santuario de la Virgen de Monte Berico, justo en frente de sus ojos, será la exigencia –quizás advertida por Claudio- de mostrarse públicamente digno del prestigiosísimo premio de la Pluma de Oro del Palladio (entregado en el pasado a gente como Carlo Rubbia, y tantos nombres importantes…)…

   En resumen, un Claudio de nuevo dulce e inspirado en el escenario, como ya se vio en Udine la noche antes y quizás otras veces…también esta vez felicísimo por el emplazamiento (de verdad sugestivo: él –como he dicho- tenía el Santuario de Monte Berico de frente, la velada era climáticamente perfecta, la luna se recortaba enorme y amarillísima en el cielo…).

   Estaba visiblemente contento también de nosotros…que no teníamos velas, ni bengalas, ni lucecitas, ni fuegos artificiales, ni bailarinas del vientre o similares…no éramos particularmente “coreográficos”, sólo un poco de pompas de jabón “modelo Este” o el laureado –aquí en el Véneto- mar de cartulinas con la inscripción “IO” agitadas al viento durante “Sono io” (lo que –como siempre- le arranca sonrisas complacientes de admiración )…pero éramos muy calurosos y muy afectuosos, sobre todo cuando llegamos a la apoteosis vociferante del bis, cuando la severa security finalmente se apiadó y dejó que la marea humana fluyera rodeando el escenario para homenajear a este Claudio de nuevo hombre, bajo un cielo cada vez más mágico…

   Cerca del escenario no fui, pero me encontré de pie en mi silla de tercera fila con vistas al piano, mirando desde lo alto las infinitas expresiones de su rostro durante la interpretación emocionante de “Mille giorni di te e di me”, saltando en la Vita, cargándome de adrenalina  con “Via” (a propósito: ¡el solo de batería final de Gavin Harrison me pareció entonces más asombroso y  maravilloso que nunca!), sabiendo que ya había acabado con “Notte di note”…

   ¿Qué queda, además de la ya conocida melancolía del post-concierto y mi pobre voz  reducida, como siempre en estos casos, a un pobre estertor ronco? Quedan una sensación de gran dulzura, una serenidad, un renacido sentimiento afectuoso hacia la persona (más allá del eterno, inquebrantable, incondicional y jamás quebrado amor por la voz, la música y la poesía del Artista)… todo cosas que la accidentada experiencia de Este me había impedido experimentar a mí, que no puedo decir que conozca realmente al hombre más allá del Artista…

   Sí, el hombre indiferente y vagamente fastidiado del final de los ensayos de Este es ya para mí sólo un lejano, perdidísimo recuerdo…aunque sé que existe también y que existirá siempre, junto a todos los otros Claudios –bellos y feos- que forman parte de este hombre mitad normal mitad extraño…Lo sé…pero el Claudio que me permanecerá para siempre en el corazón será el que vi en Udine, hotel Ambassador Palace, en una soleada cansina tarde…

   ...lo vuelvo a ver con la cara ensanchada por aquella sonrisa enorme, lleno de orgullo paterno oyéndome decirle que había tenido la fortuna de estar durante largo rato con una persona extraordinaria, un muchacho limpio, de cara de ángel y de gran nariz, un muchacho que tiene verdaderamente “sonrisas en su cara como en agosto grillos y estrellas”…

   En fin, lo que quiero decir es que, mientras los “besos” (por los que muchos me daban la enhorabuena) pasan, y la misma tarde –si no eres una persona enferma de fanatismo fetichista- te lavas la cara y de ellos no quedan trazas…es aquella sonrisa de padre orgulloso y feliz la imagen que yo llevo indeleble en mi memoria…una sonrisa “sui generis” que no es de nadie más que de él mismo…tan verdadero, tan humano…una sonrisa que en aquel umbral de hotel he descubierto que es curiosamente la misma que aquella del Claudio de 24 años de un viejo vídeo en blanco y negro de un programa de hace casi 30 años, que guardo como un reliquia. Se llamaba Sensa Rete aquel programa y lo conducía –con gran garbo- el llorado Alberto Lupo y...

   ...¡Mostraba un muchacho limpio, de cara de ángel y de gran nariz!.

ALBERTA

 

NB: El midi que suena es el de "Acqua dalla luna"

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