Recién
aparecidos, el pasado julio, los primeros anuncios sobre las nuevas fechas
del tour Cercando en el noreste de Italia, cojo al vuelo con alegría la
noticia…¡Udine el 2 de septiembre, Vicenza al día siguiente!! ¡Qué
maravilloso!...cuando ya creía que me debía limitar, como quien dice, a
sólo dos fechas, Este y Pratolino (en julio), que ya tenía en el bolsillo,
en el concierto de Este del 18 de julio, me encuentro con las entradas de
tercera fila para una y para la otra fecha de septiembre adquiridas con
antelación gracias a la habilidad de mis dos dulces y jóvenes amigas,
Paolina de Trieste e Ilaria, para todos Ilo, de Vicenza…
Esto
hace subir a 9, comprendidos los 4 Crescendo y la blanca Epopeya de
Livigno, la lista de los conciertos de Claudio vistos por mí en el curso
de un solo año solar, más que todos –¡sólo 6!- los que yo había visto en
todos los anteriores 24 años a partir de aquella primera experiencia
inolvidable vista en el Palacio de Deportes de Mestre en los inicios de
1979, era el tour de “E tu come stai?”…se trataba también del inicio
baglioniano del General Walter Savelli y yo tenía solamente 14 años y
medio…
Resultado: por primera vez en decenios recibo miradas y palabras de
compasión hasta de mi madre (una persona que normalmente llora de emoción
escuchando los viejos éxitos de Claudio) y de mi hermana (mi fiel
“compañera de concierto” en los últimos años 70,80 y 90)…
No me
importa…tengo el presentimiento de que esa primera fecha de septiembre me
reservará algo más que otro bello momento que saborear, no sólo un momento
de naturaleza y contenido extrictamente artísticos…y será así…más bien,
será así desde TODOS y cada uno de los puntos de vista, no sólo desde el
perfil rigurosamente musical…
Debo,
en efecto, convencerme de algo de lo que siempre he estado totalmente
convencida y lo hago con alegría.
Udine,
primera tarde…estoy aún saboreando los últimos bocados de una comida super
rica preparado por la madre de un querido amigo mío udinese (¡un Claudio
canoso también él!) cuando Paulina y Cettina me llaman por teléfono a su
casa, informándome de su intención de darnos cita delante del hotel de
Claudio (que Cettina conoce, pues tiene una amiga dependienta del hotel
que nos ha dado el soplo), para hablar un poco entre nosotras con calma en
espera de tomar la empinada subida al Castillo, y además –como dice Enzo
Jannacci- para “ver a escondidas el efecto que hace”, nunca se sabe…
La idea
me parece claramente atractiva, no ya por el placer de pasar un par de
horitas antes del concierto en compañía de dos personas que estimo, y que,
en el jaleo de Este, logré ver poco o nada…
Bueno,
nunca lo hubiese dicho, pero también los encuentros “de hotel” pueden tal
vez ser bonitos y mostrar a un Claudio hombre, no “oso amaestrado”, no
enjaulado, no blindado, no llevado de acá para allá casi como un paquete
por sus hombretones, no asediado por las hordas de fanáticos o fetichistas
como siempre había pensado, sino serenamente ocupado en pequeñas,
agradables conversaciones interesantes para nosotras y para él…
Somos
literalmente cuatro gatos contados delante de la puerta de cristales del
hotel Ambassador Palace de Udine, que da a la calle (Cettina, su marido,
Paulina y la que escribe, y otras dos chicas que no conozco pero que
aparentemente están presentes en todas y cada una de las fechas
baglionianas…al menos yo siempre las he visto, en cualquier sitio al que
yo haya ido…); nosotros cuatro charlamos tranquilos, mirando a los
hombretones llevar estanterías enteras, cargas de fundas de trajes con el
logo Versace y colocarlas en el coche…
En un
momento dado aparece en el hall no un divo sino un simple hombre,
relajado, reposado, camisa negra (le queda particularmente bien) y
pantalones blancos, que nos ve, poquito a poquito, nos sonríe, se para en
el umbral de la puerta de cristales…
Mi
dulce amiga “muleta” ("chica" en el dialecto de Trieste), Paulina de Trieste, tiene papel y boli en la mano,
pero el hombre, siempre tan sonriente, le dice –con bastante acento
romano- “No me harás en absoluto escribir ¿eh?”. Paulina retirará rápido
el papel y el boli y con la alegre espontaneidad de sus 19 años le
propone un “intercambio a la par”: ¿Le va bien hacerse alguna foto con
nosotras? Sí, le va…e incluso un poquitín más…
En dos
de estas fotos luego descubrí que –no sé cómo- estaba bien visible también
yo, aunque había inicialmente decidido, en el momento, no acercarme a él y
quedarme en segundo plano (estaba aún un poco desconfiada y hostil ante
cualesquiera de estos “encuentros cercanos”, habiendo experimentado yo en
aquella soleada y espesa tarde en Este inmediatamente después de los
ensayos, una versión un tanto “altiva” –y claramente no entre las más
comunicativas e reflexivas- de Claudio…).
No me
importa mucho que el marido de Cettina (¡pobrecito, tenía una expresión
tan culpable!) hubiera malogrado la ultimísima foto (la única donde,
armada de valor, había pasado a Claudio un brazo alrededor de los hombres,
poniéndome más o menos en pose con él). ¡Se ve que era el destino!!!
También
descubrí que en aquellas fotos, Claudio no tiene la sonrisa forzada -de
“leoncito de circo”, como lo llamo yo, y como la llamaba también él en el
remoto 1985 (cfr. “Notti di note”, de Claudio Baglioni y Guido Harari,
editorial Rusconi, página 17)- que a menudo le he visto hacer en fotos
parecidas…más bien, en una de las fotos ahora celosamente guardadas en la
cámara digital de Paulina él incluso, está sonriendo o más que eso… Un
bonito presagio para el concierto de la noche, donde en efecto, su alegría
de estar allí era visible de forma clara…
Paulina
astutamente, se apresura a preguntarle: “Pero entonces ¿Es verdad que
cantarás en una fecha de éstas, a puerta cerrada, en el Puerto Viejo de
Trieste el 6 de septiembre?"
Quien
le responde, más que al divino Claudio Baglioni, se asemeja a un gentil
empleado de la agencia Pro Loco de Trieste, pródigo de informaciones…” Sí,
ya es seguro, pero aún debo definir los detalles con la Administración”.
Intervengo yo, no sé siquiera porqué (¡visto que el 6 de Septiembre estaré
en España y no podré estar presente en Trieste!): “Pero ¿Qué
Administración? ¿La del Ayuntamiento?”. Y Claudio: “Sí, sí, mi
interlocutor es el Ayuntamiento”…Y yo, como una brava ex-residente
triestina (hasta diciembre del 99): “¡Ah, el alcalde Dipiazza!” … Bueno,
no sé en virtud de qué extraña magia o alquimia, el hecho de haber
pronunciado el nombre del primer ciudadano de Trieste, hizo producir
ciertos efectos en él…De hecho, Claudio exclama: “¡Brava! ¡Exacto!”, como
si fuese un nuevo Mike Buongiorno, mientras veo su cara sonriente
acercarse inexorablemente a la mía…¡y estamparme dos besos en las
mejillas! ¿Por qué lo ha hecho? No lo sé, pero a caballo regalado no le
mires el diente…
Esta
explosión suya de inesperado calor, me ofrece la ocasión de decirle una
cosita muy bonita y dulce, que hace referencia a una personita que, de
calor humano tiene a su vez mucho que dar, además de ser su clon físico…
Le digo lo que quería, o sea, que he conocido a su maravilloso muchacho el
pasado 16 de agosto en Castelbrando, en la provincia de Treviso… y la
reacción de Claudio me alegra el corazón.
Empiezo
con un “¿Sabes que he conocido en el concierto de Tommy Emmanuel… -y aquí
la sonrisa del papá se ensancha– … a tu hijo Giovanni? Es, de verdad, una
persona extraordinaria…”.
La
sonrisa de Claudio, una sonrisa que curiosamente ahora me parece muy joven
y desarmada, casi adolescente, ya se explaya del todo… no sé describir
aquí exactamente la expresión de gozoso orgullo que campea en aquel bello
rostro tan parecido al de su hijo, el cual apenas dos semanas antes,
gesticulando, visiblemente feliz, con los ojos risueños, me dijo que no
había cenado porque se le había “cerrado el estómago”, tan excitado estaba
con la idea de tomar parte del maratón de cuatro días (concierto, su
consecutivo workshop y la jam session final con Tommy) del famoso músico
australiano, su ídolo y modelo absoluto en el campo de la guitarra
acústica…
Quiero
agradecer públicamente a nuestra querida Cettina (asidua del guestbook de
Unaparolaperte) – también el nombre de Paulina, mi compañera de asiento
en el concierto- por haber conseguido, con sus amistades (hoteleras) en
aquel hotel de Udine, hacernos descubrir a un Claudio más hombre… aunque
no bajo un cielo mágico, sino en el umbral de la puerta de cristales de un
hotel udinés…
Pero no
termina aquí… Desde las 20 h. hasta las 21 h. aproximadamente, mientras la
sugestiva explanada del bellísimo Castillo de Udine – emplazamiento
adecuado, de notable efecto también para los juegos de luces – va
ordenadamente llenándose de público (no hay nada de overbooking aquí, ni
gente que se agolpe para conseguir un puesto mejor, ni falta de
organización, ni local ni central, ni indirectas amargadas y
enfurecidas por parte de Claudio…), y vuelvo a ver con alegría a otras
personas muy queridas por mí, como nuestra Grace de Trieste...¿A quién
siento fluir ininterrumpidamente, “in loop”, desde los enormes altavoces
de “Cercando”? El álbum completo ONLY de 1999, de… ¡Tommy Emmanuel! ¿Es o
no es él?... Sí que es él…Quién sabe si sonaba también en Este y en
Pratolino, no me acuerdo, bueno…¡quizá Claudio hace que suene en todas las
fechas desde siempre, y yo- que ahora lo tengo- no me había dado cuenta!
Clicka para oir un fragmento del tema "Drivetime" perteneciente a este
disco.
Me
gusta pensar que justo ésta (además de la llamadita de teléfono por la
tarde que Claudio siempre dice que le hace a Gio’ dondequiera que ellos se
encuentren) sea para él una forma “fuerte” de notar cercano a su chico,
siempre y de cualquier manera… porque la música no es una isla, la música
es el mar…
Ocupada
en estos pensamientos que bailaban en mi mente y en mi alma, de repente
telefoneo a un amigo de siempre, Alberto, mi radicalmente anti-baglioniano
ex compañero de clase en el instituto, uno de los más grandes fans de
Tommy Emmanuel sobre la superficie de la Tierra…Acerco mi móvil a los
altavoces y le digo: “¿Qué te parece? ¿Le das una oportunidad a este
hombre? ¡Escucha lo que pone!”. Alberto - con expresión asombrada- me
garantiza que ¡de ahora en adelante tendrá el máximo respeto por Claudio!
¡Viva Tommy, que ha obrado el “milagro”!
Un
Claudio hombre, así pues… ¿Y el cielo mágico? Pues el que hubo en el
Castillo…Un CERCANDO mucho más bonito que los dos anteriores que vi, con
un Claudio increíble por la voz, alegría, dulzura, locuacidad… y
luego…¡prácticamente no tuvo amnesia en los textos!...
En Este
en particular, percibíamos un poco todos (Alex, Claudina y yo –encargados
de la “misión imposible” de entregarle el tercer libro de nuestro sitio
Unaparolaperte- ¡quizá lo notamos mejor que otros!) una cierta
electricidad en el aire…canciones óptimamente cantadas, enlazadas una tras
otra como los vagones de un trenecito eléctrico, sin comentarios por su
parte ni demasiadas sonrisas entre una y otra...el único momento “ligero”
que yo recuerdo fue uno de esos habituales sarcásticos reproches al
técnico de sonido (“En este momento escucho de todo en los
auriculares…hasta dos CB que están hablándose de amor…”).
Aquí en
Udine el hombre sonríe, sonríe y sonríe…tiene unos gestos que me parecen
más cariñosos y verdaderos que en otras ocasiones, más fluidos…habla
mucho, no corre…Son sorprendentes y hermosísimas para mí sus largas
introducciones habladas en muchas canciones, desde “Mai più come te” a
“Signora delle ore scure”, “Con tutto l’amore che posso”…¡parece que
estemos en un conciertos de InCanto!!
Paulina
(también ella estuvo en Este) y yo nos miramos casi incrédulas y después
nos abrazamos (lo haremos más veces a lo largo del concierto), felices de
compartir su felicidad…es como una osmosis, una recíproca alegría…nuestra,
de verlo así; suya, por ver en nosotros –no muy cantarines ni siquiera muy
coreógrafos, pero sí cariñosos y afectuosos, en esta sana y tranquila
atmósfera de relajada fiesta campestre- el contrapunto de su satisfacción…
En
Este, por ejemplo, el paso entre estas dos canciones de entre las
muchísimas gemas de Cercando –o sea, “Ancora la pioggia cadrà” y “Avrai”-
se saldaba con un rápido y seco “Para uno que se va…otro que llega…”.
No
sucedía así en Udine.
Aquí,
bajo un cielo mágico, la dulce sonrisa de un Claudio que yo veo más hombre
(¿será verdad? Quizás sí…) introduce –al final de su conmovedora poesía
del que se suicida en el mar por amor- su personalísimo grito de esperanza
y de afirmación de la vida y lo reviste de palabras más cálidas y
acogedoras…le basta un pequeño añadido para cambiar completamente el matiz
de este “puente” hablado…Le basta decir “Para una estrella que se va…he
aquí otra estrella que llega…” y todo cambia. Al menos para mí. Los
ejemplos podrían continuar indefinidamente…
Divertida (¡Paulina y yo nos desternillamos de la risa!) la novedad
introducida en el curso del tour en el momento de interpretar “Serenata in
sol”…porque a los habituales cinco virtuosísimos músicos
poli-instrumentistas de gran valía (el inoxidable Paolo Gianolio, of
course; Gavin Harrison, muy ensalzado por el público por su vuelta; el
hierático y fenomenal John Giblin; “el hombre omnipresente y de todos los
instrumentos” Pio Spiriti; y el ecléctico Roby Pagani) se añade una
mini-fanfarria compuesta por un bajo tuba, tambor grande y tambor pequeño,
con efectos absolutamente cómicos…
Le hago
escuchar, por el móvil, el medley - aparentemente odiado por todos los
fans “puros y duros”, pero que a mí me produce mucha ternura…- a mi madre.
Ella me responde con un sms en el que me dice que ha llorado (¡no tenía
dudas!) escuchando aquel florilegio de canciones “históricas”, las suyas…
Un
Claudio hombre, en el bien y en el mal… Como una piedra lanzada con fuerza
en el estanque de la dulzura con la cual él nos había envuelto hasta ese
momento, aparece la furia explosiva del micrófono arrancado del soporte
con ímpetu, al quedarse sin sonido de repente durante “La vita è adesso”,
justo cuando estábamos a punto de acercarnos al momento en el que se
“salta en la vida”…el momento en el que el hombre te pide, casi te
implora, vivir la vida, saltar, sentirla, amarla…porque “la vida existe
ahora”.
Es un
momento, éste, que personalmente me produce siempre escalofríos y por eso
me quedo casi petrificada por su gesto rabioso, al igual que Paulina…Con
los ojos que echaban chispas, Claudio mira alrededor por un instante y
luego brinca como una pantera sobre el piano, arranca el micrófono de su
soporte y sigue usando aquél…La furia cede de nuevo el paso a la dulzura y
a la sonrisa…Claudio salta con empeño junto a todos nosotros, que para la
ocasión rodeábamos el escenario como siempre…
La
totalidad del “mini-drama técnico” se esfuma en pocos segundos, dejándome
sin embargo atónita y casi conmocionada al asistir a la feroz virulencia
de la reacción de Claudio. Debo continuar recordando que este hombre es
medio normal y medio extraño, me digo.
Y
luego…y luego…también el día siguiente en Vicenza gocé de un concierto
mágico y sugestivo, bastante similar al de Udine…e incluso técnicamente
sin bobadas de ningún tipo, sin micrófonos caídos, sin miradas satánicas,
sin improvisadas, ni siquiera breves, explosiones de rabia.
¿Una
alegría en la alegría? La de volver a ver a mis jóvenes amigas Ilo, Chiara
y Nicole y reir con ellas como la tía madurita que efectivamente soy, codo
con codo, gozando todas juntas de este concierto de nivel
excepcional…aunque la dulcísima Ilo tenía la visual un poco dificultada
debido a tener que sostener en brazos a su hermanita Claudia de seis años,
que, por otra parte, ya promete como fan (ella ha hecho lo imposible para
poder asistir al concierto y se adormecerá solo hacia el final…).
Desde
las cajas de sonido, también esta vez, escucho emocionada, antes de que el
concierto se inicie, las inconfundibles notas de guitarra acústica del
álbum ONLY de Tommy Emmanuel…
Vicenza
le da a Claudio una dimensión que casi definiría plácida…será quizás la
prolongada visión del Santuario de la Virgen de Monte Berico, justo en
frente de sus ojos, será la exigencia –quizás advertida por Claudio- de
mostrarse públicamente digno del prestigiosísimo premio de la Pluma de Oro
del Palladio (entregado en el pasado a gente como Carlo Rubbia, y tantos
nombres importantes…)…
En
resumen, un Claudio de nuevo dulce e inspirado en el escenario, como ya se
vio en Udine la noche antes y quizás otras veces…también esta vez
felicísimo por el emplazamiento (de verdad sugestivo: él –como he dicho-
tenía el Santuario de Monte Berico de frente, la velada era climáticamente
perfecta, la luna se recortaba enorme y amarillísima en el cielo…).
Estaba
visiblemente contento también de nosotros…que no teníamos velas, ni
bengalas, ni lucecitas, ni fuegos artificiales, ni bailarinas del vientre
o similares…no éramos particularmente “coreográficos”, sólo un poco de
pompas de jabón “modelo Este” o el laureado –aquí en el Véneto- mar de
cartulinas con la inscripción “IO” agitadas al viento durante “Sono io”
(lo que –como siempre- le arranca sonrisas complacientes de admiración
)…pero éramos muy calurosos y muy afectuosos, sobre todo cuando llegamos a
la apoteosis vociferante del bis, cuando la severa security finalmente se
apiadó y dejó que la marea humana fluyera rodeando el escenario para
homenajear a este Claudio de nuevo hombre, bajo un cielo cada vez más
mágico…
Cerca
del escenario no fui, pero me encontré de pie en mi silla de tercera fila
con vistas al piano, mirando desde lo alto las infinitas expresiones de su
rostro durante la interpretación emocionante de “Mille giorni di te e di
me”, saltando en la Vita, cargándome de adrenalina con “Via” (a
propósito: ¡el solo de batería final de Gavin Harrison me pareció entonces
más asombroso y maravilloso que nunca!), sabiendo que ya había acabado
con “Notte di note”…
¿Qué
queda, además de la ya conocida melancolía del post-concierto y mi pobre
voz reducida, como siempre en estos casos, a un pobre estertor ronco?
Quedan una sensación de gran dulzura, una serenidad, un renacido
sentimiento afectuoso hacia la persona (más allá del eterno,
inquebrantable, incondicional y jamás quebrado amor por la voz, la música
y la poesía del Artista)… todo cosas que la accidentada experiencia de
Este me había impedido experimentar a mí, que no puedo decir que conozca
realmente al hombre más allá del Artista…
Sí, el
hombre indiferente y vagamente fastidiado del final de los ensayos de Este
es ya para mí sólo un lejano, perdidísimo recuerdo…aunque sé que existe
también y que existirá siempre, junto a todos los otros Claudios –bellos y
feos- que forman parte de este hombre mitad normal mitad extraño…Lo
sé…pero el Claudio que me permanecerá para siempre en el corazón será el
que vi en Udine, hotel Ambassador Palace, en una soleada cansina tarde…
...lo
vuelvo a ver con la cara ensanchada por aquella sonrisa enorme, lleno de
orgullo paterno oyéndome decirle que había tenido la fortuna de estar
durante largo rato con una persona extraordinaria, un muchacho limpio, de
cara de ángel y de gran nariz, un muchacho que tiene verdaderamente
“sonrisas en su cara como en agosto grillos y estrellas”…
En fin,
lo que quiero decir es que, mientras los “besos” (por los que muchos me
daban la enhorabuena) pasan, y la misma tarde –si no eres una persona
enferma de fanatismo fetichista- te lavas la cara y de ellos no quedan
trazas…es aquella sonrisa de padre orgulloso y feliz la imagen que yo
llevo indeleble en mi memoria…una sonrisa “sui generis” que no es de nadie
más que de él mismo…tan verdadero, tan humano…una sonrisa que en aquel
umbral de hotel he descubierto que es curiosamente la misma que aquella
del Claudio de 24 años de un viejo vídeo en blanco y negro de un programa
de hace casi 30 años, que guardo como un reliquia. Se llamaba Sensa Rete
aquel programa y lo conducía –con gran garbo- el llorado Alberto Lupo y...
...¡Mostraba un muchacho limpio, de cara de ángel y de gran
nariz!.
ALBERTA
NB: El midi que suena es
el de "Acqua dalla luna" |