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Lampedusa, dove un sogno è ancora libero…

 por Claudina del blog www.fiancoafianco.splinder.com

 

Appena scendo dall’aereo che da Palermo mi ha portato a Lampedusa, vengo travolta da una folata di vento.

Mi guardo intorno quasi incredula e mi piace pensare che quello sia il soffio di O’Scia’ che spira per me, per accogliermi, per darmi il benvenuto nella terra che per una settimana sarà il palco del mio sogno.

Mi basta una passeggiata sul corso per amare questo posto e la gente che vi abita, così solare e cordiale, sempre pronta a regalarti un sorriso.

A Lampedusa ho visto otto tartarughe correre verso la loro libertà. Le ho osservate fissare il mare, incredule, timorose, incerte, e poi corrervi incontro, verso una vita nuova. Le guardavo, emozionata, nuotare veloci e poi sparire nel blu cristallino dell’acqua.

A Lampedusa mi sono incantata a guardare la luna riflettersi nel mare e produrre uno scintillio dei più svariati colori.

Ho nuotato nell’acqua insieme ai pesci e per un po’ mi sono sentita parte di loro. La natura dell’isola ti incanta…arrivi ad un punto in cui la senti parte di te, stabilisci con lei un contatto…è sempre la stessa eppure ai tuoi occhi ha qualcosa in più ogni volta che la guardi.

In quell’isola fantastica ho visto un Claudio-bambino. È così che dalla prima sera mi piace chiamarlo. Ho visto un uomo felice, stanco ma sereno. Ho visto quell’uomo tirare fuori la purezza e l’innocenza di un bimbo in ogni sorriso, in ogni battuta, in ogni “voglia di contatto” con chi era lì…

Il pomeriggio provava con gli “ospiti”, la sera faceva gli onori di casa con discrezione…lo vedevi mettersi a sedere da una parte mentre un altro artista si esibiva ma poi, ogni tanto, c’era qualcosa più forte di lui…ed allora si alzava per andare a sedersi al pianoforte, prendere il microfono o imbracciare una chitarra e dare quel qualcosa in più a qualsiasi canzone.

C’era, sul palco, un Claudio divertito e divertente, pronto a mettersi in gioco ed a prendersi in giro da solo, sempre col volto allegro e con un’immensa gioia di esserci.

La seconda sera è stata l’apoteosi per me, quella in cui il cuore non ha mai smesso di battere forte, in cui le emozioni ti si imprimevano nel cuore, nell’anima e sulla pelle, quella in cui bastava stringere la mano per sentire vicino anche chi era lontano e che avresti tanto voluto fosse lì con te.

L’ultima sera Claudio era distrutto ma gli bastava una nota per trasformare la sua stanchezza in energia…Mi porterò sempre nel cuore i suoi occhi tristi e malinconici quando il “sipario” stava calando. Lui non voleva andarsene da quel palco. Era stanchissimo ma ci sarebbe rimasto ancora per ore. E noi con lui.

Alla fine di “volare”, la sigla finale che ogni sera mi emozionava da morire, sono rimasta immobile a guardare quel palco che in pochi minuti si è ritrovato vuoto. Quel palco che è stato fonte di emozioni, vita, energia. Quel palco che appena si illuminava ti faceva passare la stanchezza, il caldo o il freddo, i “dolori fisici” dati dalla posizione e dal tour de force…

È stato bello leggere l’emozione nel volto di tanti artisti, nuovi e non, felici di esserci e di condividere “la scena” con Claudio: D’Alessio, Masini, Grignani, Dolcenera…

Fra le tante cose, di O’Scia’ mi porto via anche la bravura della band di Claudio che in pochi giorni si è imparata una notevole quantità di canzoni, eseguendole sempre in maniera eccellente, e la gentilezza assoluta di Pio Spiriti, grande artista e anche gran bella persona.

Come per tutti i sogni poi è arrivato il momento di svegliarsi…ma i ricordi e le emozioni non muoiono mai…mi basta chiudere gli occhi e pensare a quella magica isola, che mi ha rubato il cuore, e a quell’uomo-bambino, per tornare a sognare.


LAMPEDUSA, DONDE EL SUEÑO AÚN ES LIBRE...

por Claudina del blog www.fiancoafianco.splinder.com


Apenas bajo del avión que desde Palermo me ha traído a Lampedusa, me agita una ráfaga de viento. Miro a mi alrededor casi incrédula y me gusta creer que eso sea el soplo de O'Scià, que respira por mí, para acogerme, para darme la bienvenida a la tierra que durante una semana será el escenario de mi sueño.

Me basta un paseo por la calle principal para amar este sitio y a la gente que lo habita, tan radiante y cordial, siempre dispuesta a regalarte una sonrisa.

En Lampedusa he visto ocho tortugas correr hacia su libertad. Las he observado mirar fijamente el mar, incrédulas, temorosas, inciertas, para luego correr hacia él buscando una vida nueva. Las miraba, emocionada, nadar veloces y después desaparecer en el azul cristalino del agua.

En Lampedusa me he entretenido mirando la luna reflejarse en el mar y producir brillos de los más variados colores.

He nadado en el agua junto a los peces y por un momento me he sentido parte de ellos. La naturaleza de la isla te hechiza... llegas a un punto en el que la sientes parte de ti, estableces con ella un contacto... es siempre la misma pero a tus ojos tiene algo diferente cada vez que la miras.

En aquella isla fantástica he visto un Claudio-niño. Es así como me gusta llamarlo desde la primera noche. He visto un hombre feliz, cansado pero sereno. He visto a ese hombre sacar la pureza e inocencia de un niño en cada sonrisa, en cada broma, en cada "deseo de contacto" con quien estaba allí...

Por la tarde ensayaba con los "huéspedes", por la noche hacía los honores de casa con discreción... lo veías sentándose en un lado mientras otro artista actuaba, pero después, cada cierto tiempo, había algo más fuerte que él... entonces se levantaba para sentarse al piano, coger el micrófono o abrazar una guitarra y dar ese algo más a cualquier canción.

Había, en el escenario, un Claudio divertido y gracioso, dispuesto al juego y a tomarse el pelo él solo, siempre con cara alegre y con una inmensa alegría de estar allí.

La segunda noche fue la apoteosis para mí, durante la cual el corazón no cesó de latir fuerte, en la que las emociones quedaban marcadas en tu corazón, en tu alma y en tu piel, en la que bastaba estrechar una mano para sentir cerca a quien estaba lejos y que hubieses querido que estuviese allí contigo.

La última noche Claudio estaba hecho polvo, pero le bastaba una nota para transformar su cansancio en energía... Tendré siempre presente sus ojos tristes y melancólicos cuando el "telón" estaba cayendo. Él no quería irse de aquel escenario. Estaba cansadísimo pero hubiese permanecido allí incluso durante más horas. Y nosotros con él.

Al final de "Volare", la sintonía final que cada noche me emocionaba hasta morir, me quedé inmóvil mirando ese escenario que en pocos minutos se encontró vacío. Ese escenario que había sido fuente de emociones, vida, energía. Ese escenario que apenas se iluminaba te hacía olvidar el cansancio, el frío o el calor, los "dolores físicos" producidos por la posición o por las dificultades para estar allí delante...

Ha sido hermoso leer las emociones en la cara de tantos artistas, nuevos o no, felices de estar ahí y de compartir "la escena" con Claudio: D’Alessio, Masini, Grignani, Dolcenera…

Entre tantas cosas, de O'Scià, me traigo también la bravura de la banda de Claudio que, en pocos días, se debió de aprender una notable cantidad de canciones, tocándolas siempre de manera excelente, y la gentileza absoluta de Pio Spiriti, gran artista y también gran persona.

Como para todos los sueños, luego llegó el momento de despertarse... pero los recuerdos y las emociones no mueren jamás... me basta cerrar los ojos y pensar en aquella mágica isla, que me ha robado el corazón, y en aquel hombre-niño, para volver a soñar.

 

 

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